¿Es cultura la televisión?
Clic aquí para leerlo en el Diario de Noticias de GipuzkoaSe ha celebrado en Vitoria la segunda edición del Festival de Televisión y Radio, que lleva como eslogan "La televisión es cultura", con mesas redondas y presentaciones de las nuevas temporadas de series y programas televisivos, y su intención, según han declarado sus promotores, ha sido defender esta idea durante el certamen. Defensa que alcanzó su apoteosis con la entrega del primer premio "Joan Ramón Mainat" para distinguir al mejor programa a Gran Hermano. Lo hicieron también con la presentación de las nuevas temporadas de Salvados, El conquistador del Aconcagua, Águila roja o El internado. Este acontecimiento me permite reunir unas notas reflexivas sobre ese binomio tan bizarro compuesto por la cultura y la televisión, y expresar mis dudas sobre la oportunidad de que las instituciones publicas apoyen financieramente un evento que a toda vista no es otra cosa que una gran campaña de márketing de productos televisivos privados que poco tienen de culturales.
Todo el mundo está de acuerdo en reconocer la fascinación que genera la televisión sobre el público y la ineficacia que ha demostrado todo intento de oponerse al hecho de que el fenómeno llamado cultura de masas se apoye en los grandes medios de comunicación en los que la televisión ocupa el primer lugar. La variedad y la complejidad de las cuestiones que tenemos delante de este enunciado no puede abordarse en tan poco espacio, salvo con unas pinceladas que serán, por desgracia, algo reduccionistas. El sentimiento de que la televisión embrutece y es una de las principales herramientas para fabricar el pensamiento único, se extiende cada vez más. Así como que la cultura cada vez encuentra menos posibilidades para que la televisión contribuya a su desarrollo y difusión. A lo sumo aporta diversión de masas y se erige en un formidable instrumento de gobierno puesto que bastan algunas imágenes para hacer bascular la opinión pública. Puede decirse que es el primer poder, basta con hacerse con ella para tener a todo un país bajo control, por lo menos es lo que se desprende de los sondeos de opinión que se han realizado últimamente.
Desde hace medio siglo dos grandes actitudes se enfrentan sobre el diagnóstico y las políticas públicas que habría que implementar para corregir los desbordamientos televisivos. La primera actitud plantea desde la modestia y el empirismo dejarse llevar por la corriente de lo que los públicos "piden" sin preocuparse demasiado por la calidad de lo que se ofrece Esta postura, sus valedores, la consideran por lo tanto la mas democrática. La otra actitud es más ambiciosa y autocrítica ya que se apoya en valores éticos y estéticos de innegable consistencia. Propone definir cánones de calidad a imponer a la oferta que se hace al público y plantea a los dirigentes de estos medios audiovisuales un deber de educación para con sus conciudadanos. Hoy cabrían posturas que superarían el "laissez-faire" de los primeros y el proteccionismo paternalista de sus opositores para asentar proyectos que nos ahorren las perversiones de ambos planteamientos. La pregunta que nos podemos hacer es hoy es: ¿a pesar de las críticas que se le hacen, la televisión está en condiciones de contribuir a la adquisición de una verdadera cultura? ¿Qué condiciones mínimas habría que reunir para hacerlo posible?
Desde luego poco avanzaremos mientras que el fenómeno Big Brother encuentre marcos como el Festival de Vitoria para rendirse a sus pies. Los reality shows no necesitan acreditación, los sufrimos desde hace más de una década. Cada versión del género, como unos supervivientes en la balsa de la Medusa, con los sesos empalados en los audiómetros, en medio de la deriva audiovisual.
¿La dirección de este Festival exactamente qué es lo que va a premiar entregando el galardón de la presente edición a la productora de Gran Hermano? A muchos nos gustaría que se nos dijera qué méritos, qué cualidades, qué aportaciones a la cultura han detectado en ese programa estrella, que justifique que se le premie a cargo de nuestros impuestos. Joan Ramón Mainat, el fundador de la empresa (Gestmusic/Endomol) que más tele-basura ha producido en España (Crónicas Marcianas entre otras), elevado a icono universal de la creación artística. Se va a otorgar el premio que lleva su nombre a un programa producido por su antigua empresa. No es por nada pero algo de decencia y decoro no estaría de más por parte de la administración a la hora de gestionar la hacienda pública, que impidan que se cometan agresiones éticas tan flagrantes, bajo su protección y amparo.
No esta de más recordar que hace unos años el Tribunal Supremo confirmó una sanción de 1,08 millones de euros impuesta a Zeppelin Televisión S.A. productora del programa Gran Hermano. La denuncia la interpuso la Agencia Española de Protección de Datos por el tratamiento dado a los datos de carácter personal de unos 7.000 candidatos que participaron en el programa. Según la sentencia, la productora recabó información relativa a gustos, ideología, creencias religiosas, raza, salud o vida sexual sin que existiera consentimiento por parte de los candidatos para que estos datos se trataran informáticamente y además, cedió los ficheros sin la debida seguridad a personas con las que no le unía ningún lazo contractual. Y luego que no nos vengan diciendo que lo que ocurre dentro de Gran Hermano no está amañado.
Habrá que felicitar a las instituciones públicas que han apostado por un Festival que premia a semejantes creativos de la Cultura. Las numerosas asociaciones sociales y culturales de nuestro entorno que han tenido que reducir sus actividades por la escasez del apoyo público estos últimos años de crisis ya saben a que atenerse. Si quieren acaparar apoyo institucional para los próximos ejercicios producir basura puede que sea la clave. Dicho de otro modo las relaciones peligrosas que las instituciones mantienen con este Festival nos estarían traduciendo otra cosa que de su desorientación y falta de criterio sobre lo que es gestión publica cultural y lo que no lo es. Para poner a una ciudad en el mapa, como se oye decir ahora, ¿no habría que ser algo más selectivo con las artes a las que se recurre para conseguirlo?
1 comentarios:
Write comentariosHace ya dos años que decidí no ver la televisión, si en algún momento, y siempre por casualidad, me la topo, no deja de sorprenderme como se van deteriorando los contenidos que en ella se emiten.Pero, me sorprende aun más, la cantidad de sujetos que digieren estos contenidos, sin,conmoverse, hasta llegar a la conclusión de que eso es una porquería.P.D. lo peor es que uno a pesar de no ver la caja tonta, se entera de las noticias, es decir, no es posible aislarse de todo lo malo que le pasa aeste mundo.
ReplyBienvenido sea tu comentario que seguro que interesara hasta a los que no la comparten. Gracias