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Las 24 horas de la vida de un sanferminero (X)

NUNCA ESTARAS SOLO EN EL CAMINO    (15 de julio, Capítulo 10)
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El arte de envejecer no tiene nada que ver ni con la cartera ni con los genes, sino con la organización, y yo, en San Fermín, soy un vivo ejemplo de ello. Pese a ello, la mohína se adueña de mi alma cuando acudo a un lugar secreto de la Ciudadela, al risco donde todos los años a modo de despedida echo mi piedrecilla – como los atlantes- al rimero de guijarros allí acumulado en recuerdo del continente sumergido, ese último vestigio del amor primitivo que para mi encarna Iruña.

Las 24 horas de la vida de un sanferminero (IX)

13:00 LA VIDA ES UN PERPETUO RECOMENZAR
(14 de julio, Capítulo 9)
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Hoy observo que las pocas nubes, que han resistido a la dispersión general operada en la noche, son casi trasparentes; y que las presiones atmosféricas son aceptables, aunque, por momentos, se elevan concentrando un núcleo de humedad ambiental inhabitual para esta altura de la estación en zonas de montaña. No habrá que descartar, por tanto, ventarrones en determinados lugares de la geografía extra foral. Teniendo en cuenta que, metido aún en la cama, todos los pronósticos que me he podido cruzar zapeando la radio daban, décima arriba décima abajo, un idéntico valor climatológico para toda la zona donde debía evolucionar hoy, puede decirse que hace un día perfecto de verano para la práctica del holgazaneo festivo.

Las 24 horas de la vida de un sanferminero (VIII)

8:00 EL ENCIERRO        (13 de julio, Capítulo 8)
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El encierro es mi próxima vindicación, y me siento el mayoral de las reses, algo aturdido y contrariado por bullicio que genera la bullanguerilla matutina ante el evento más vernáculo y foráneo a la vez. La dehesa está ya lejos, y esto es lo que hay. Antes de ir al lugar escogido desde años para presenciar el encierro de tapadillo, como ven voy distrayendo la mente con ideas transgresivas inspiradas del lacanismo radical, para ir rebajando la angustia de la que el aire se va cargando según van trotando los segundos que me acercan a la cuesta de San Cristóbal a asistir a una ceremonia de agridulce sabor helenizante. En un periquete me planto donde la idiosincrasia reina al extremo ante la estatua del santo acurrucada en la pared.

Las 24 horas de la vida de un sanferminero (VII)

18:30 LOS TOROS      (12 de julio, Capítulo 7)
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Mi ruta hacia el coso discurre entre el gentío, como en aquellas partys de finales de curso al aire libre, donde se entreveraba la emoción de haber aprobado con la del alivio de no volver a vernos hasta el curso siguiente. La diferencia aquí es que parece que muchos estamos dispuestos estas tardes a catear hasta el curso de nuestras propias existencias. Siempre recuerdo lo que decía con sorna británica Hitchcock: “cuando me cruzo con un policía temo tener rasgos de algún sospechoso”. Algo así me pasa por este paseíllo, y mi portentoso éxtasis se transforma en una pasión que traga y engulle hasta horadar mi discernimiento, arrastrándome hasta el circo donde aguarda, con la quietud del impune, ese juguete de credulidad nociva disfrazado de Corrida.

Las 24 horas de la vida de un sanferminero (VI)

16:00 LA SIESTA      (11 de julio, Capítulo 6)
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Cuando entro en la furgoneta, me transformo en Campomanes tramando la expulsión de los Jesuitas y lo primero que hago es comprobar si Mala Rodríguez no está dentro camuflada de rueda de recambio o de algo similar. Una vez me quedé muy impresionado al escuchar su música hip hop y, a veces, a oscuras, temo lo peor. Tras el cacheo tengo el sentimiento de entrar en uno de los momentos más importantes del día, y esa sensación me invade con la arrogancia de quien reclama lo suyo sin contemplaciones: la siesta vestida de hechicera. Antes de abandonarme a este placer horizontal sin igual, medito sobre lo que declaró a modo de programa Frederic Mitterrand, cuando se le nombró ministro de cultura de Francia: “Todos conocemos el cuento de la abuela que riega los claveles de su nieto ignorando que son plantas de hachís”.

Las 24 horas de la vida de un sanferminero (V)

14:30 DESDE MI ATALAYA GASTRONÓMICA  (10 de julio, Capítulo 5)
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La entrada al restaurante, donde tengo la mesa reservada desde el año anterior, sólo puede equipararse al día más importante de tu vida: lloras por dentro como cuando ves nacer a tu hijo. El olor a hojaldre horneado te hace revisar hasta la idea que tienes del futuro del ser humano, te reconcilia con la democracia. Mi entrada en ese santo lugar es triunfal, arrolladora; me enorgullece llevar el portaestandarte tremolando como un fuera de serie, pese a que las colas para pedir mesa recuerdan a las de los conciertos de AC/DC en San Mames.

Las 24 horas de la vida de un sanferminero (IV)

13:00 CHIQUITEO CON LOS DEBERES HECHOS  (9 de julio, Capítulo 4)
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Una vez en la calle observo mi garito con ruedas convertido en un refugio anti-ataque nuclear, pero a ras de calle, que no tengo que compartir con nadie, lo que me permite reunir las condiciones, tanto objetivas como subjetivas, para recurrir a lo fútil en cualquier tipo de circunstancia que se vaya presentando. Me voy deslizando por los alrededores de la zona de mi preferencia elegida para el chiquiteo, con la tranquilidad absoluta de haber reservado una buena mesa para comer.

Las 24 horas de la vida de un sanferminero (III)

TRAS EL TXUPINAZO NADA DUELE      (8 de julio, Capítulo 3)
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Antes de seguir este relato, y sin querer irritar a nadie, aprovecho para aclarar que Heminway empezó a venir a Pamplona cuando Castro dio por clausurado el burdel más grande del mundo, en que se había convertido la Cuba del régimen dictatorial de Batista. De la Cuba revolucionaria, pronto supimos que sólo se trataba de un cambio de título por el de la prisión más grande del Caribe, y lo que le ocurrió a Ernest es que sus compatriotas le hicieron saber que ya no pegaba con el nuevo paisaje habanero y se mudó a Iruña donde al canje, si nos atenemos a su brega cotidiana en las angustias sanfermineras, no perdió todo.


Las 24 horas de la vida de un sanferminero (II)

LA LLEGADA ES LA CLAVE      (7 de julio, Capítulo 2)
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Me desplazo en una furgoneta pertrechada de un somier y colchón, sábanas, y demás brícelas. He dejado atrás todos los problemas de mi vida profesional y personal casi sin resolver, lo que da más merito a la hazaña que estoy a punto de iniciar. Apago el móvil habiendo grabado, entre el yunque y el martillo, en el buzón de voz: “Me encuentro en la feria de agricultura de New Delhi, vuelvo la semana que viene, dejen su mensaje después de oír la señal, y disculpen las molestias.” Hacer las cosas bien no cuesta tanto. “Hay que tener caos en uno mismo para alumbrar una estrella que baila.” Esta reflexión de Nietzsche termina relajándome del todo.

Las 24 horas de la vida de un sanferminero (I)

GORA SAN FERMIN!      (6 de julio, Capítulo 1)
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Resulta difícil negar la lucidez de quien veía más allá del griterío del momento, como en aquella Constantinopla, donde, mientras los turcos sitiaban la ciudad, sus más brillantes teólogos debatían sobre el sexo de los ángeles. Pero ¿hay mejor manera de contrariar la realidad, caundo domina la impotencia, que no sea sirviéndose de sus propias artimañas? Nada puede resistir mejor al refinamiento  ni a la exquisita argumentación que la metáfora, que, desde su trinchera, se erige como un dique espiritual ante los desastres materiales. Eso, eso; la extravagancia intelectual extrema como arma de combate. Así pues, en estos tiempos de crisis qué mejor que ir a meditar a las fiestas de San Fermín. Después de tantos años de jarana, algo de reflexión no altera el ambiente, si lo sabes llevar con deportividad.

Las 24 horas de la vida de un sanferminero

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