La homologación sociológica del Plan Vasco de la Cultura. (O las desaventuras del amo del perro Txo)
Clic aquí para leerlo en el Diario de Noticias de GipuzkoaTras la lectura de un texto es difícil pretender debatir seriamente sobre su contenido y pretender afirmar una serie de consideraciones básicas para rebatir las de su autor, cuando con lo que discrepas es ordenadamente confuso y posee el extraordinario mérito de no pertenecer a ese género narrativo del que los ciudadanos sacan precisamente las enseñanzas mas idóneas que mejore la imagen deteriorada que tiene de la clase política. Los particulares matices y aromas sectarios que florecen del artículo de opinión que aquí voy a rebatir, son un claro ejemplo de ello.
En efecto, en estas mismas páginas pudimos leer el jueves 23 de Septiembre de 2010 a pesar de su tono altamente polémico, yo por lo menos así lo hice, con mucho interés una tribuna de opinión titulada “El "Contrato ciudadano por las culturas": un pésimo comienzo, redactado por el catedrático de la UPV Ramón Zallo. A mi modo de ver contrariamente a la reserva que desde las primeras líneas dice invadirle, opina mucho y con escasa prudencia, lo que es por otra parte su más absoluto derecho a pesar de haber sido parte activa e ideológica en la producción del objeto que ha generado la discordia.
En ese debate del que podría esperarse por su parte más distancia y sosiego se le adivina querer presentarse como experto equidistante en el cruce de acusaciones entre gobierno vasco y oposición en una materia altamente sensible como es la política cultural. Desde un punto de vista formal la estructura del libelo es un requisitorio en toda regla, donde no queda resquicio alguno por menguado que éste sea, del proyecto del equipo que desplazó a R. Zallo en los asuntos culturales del gobierno de Lakua, ni elementos a los que agarrase que permitan rescatar algo de sus adversarios, aunque no sea más que para ratificar, in contrario, los autos de acusación, los testigos de cargo y las pruebas condenatorias.
De R, Zallo me extraña que pase por alto que la regla es que, a cada cambio de gobierno corresponde la posibilidad de un cambio de política, que una cosa induce a la otra desde la más conocida normalidad democrática que se recuerde, aquí y en todos los lugares con pátina de libertades públicas. El hecho que ciertos representantes institucionales de diversos partidos hayan aprobado parcialmente y desde un punto de vista técnico un plan cuyo sesgo ideológico es cuestionado, no da el sello de inamovilidad democrática a los trabajos que a su amparo se hayan generado. Pretender acuñar con el marchamo de inalterables y eternas ciertas políticas como sugiere R. Zallo, supondría no entender por esa regla de tres la práctica del voto cruzado y diametralmente opuestos según cada circunstancia en el seno inclusivo de un mismo partido político, práctica usada por todos ellos sin excepción. Luego tomar por testigo a Encina Serrano o a otros consentimientos más o menos oportunistas o interesados, otorgados a cambio de compensaciones para su área o territorio, como indicador de pluralidad del Plan Vasco de la Cultura parece algo frágil. Pero a cada cual sus argumentos.
Pero seria dejar de lado lo esencial intentar deslizar el debate al terreno viscoso de la ideología, o si pretendemos establecer el carácter más o menos identitario del agravio sufrido por el cambio de gobierno en el ámbito cultural, olvidándonos hacer un estricto análisis del Plan Vasco de la Cultura desde una lógica de la acción pública y la gestión cultural. Por ello me ha llamado la atención cuando R. Zallo dice: “… llama la atención que la nueva consejería de Cultura del Gobierno, en vez de partir de las Orientaciones para el Plan Vasco de Cultura II: 2009-2012 -aprobado el pasado año por el Consejo Vasco de Cultura…..”. Los planteamientos estratégicos o estructurantes de las políticas de un gobierno sólo lo son de verdad, aquellos que se apoyan por lo menos en un 65 por ciento para arriba de la representación ciudadana y por consiguiente cuando se blinda de sobresaltos que un cambio radical de gobierno podría traer. Políticas estratégicas, y un plan cultural lo puede ser, son una serie de acciones cuyos impactos y resultados se esperan a medio y largo plazo, en cualquier caso siempre tras periodos siempre más amplios que los de una simple legislatura. Este seguro ante el riesgo de defenestración en caso de alternancia, se adoptan en muy contadas ocasiones y en las democracias avanzadas, a las que a toda vista no pertenecemos aún. Un ejecutivo que lidera de verdad debe velar celosamente por este aspecto de la gobernanza antes que ocurra lo que R, Zallo deplora, para o lamentarse que tras su recambio en el gobierno se recambie también su política ¿El Plan Vasco de Cultura se hizo con ese colchón de consenso indispensable para ponerlo a salvo de lo que inevitablemente ha sucedido con él? R. Zallo debería reconocer que para temas como este se necesitan mayorías cualificadas, por llamarlo de alguna manera, y que el gobierno al que asesoró no las pudo reunir en sede parlamentaria, único lugar donde quedan consignados dichos consensos.
Lo anterior no es sin embargo lo que más me llama la atención de esta frase que me parece ser el principal despiste de Ramón Zallo. ¿De donde salieron y como se elaboraron Orientaciones del plan 2009-2012, segundo de la dinastía? A esta pregunta me gustaría que alguien me aportase una respuesta satisfactoria. Las famosas Orientaciones, se elaboraron careciendo de la más mínima reflexión evaluativa del plan anterior. Evaluar la cultura no es fácil, ciertamente, pero es posible y en los lugares con sistemas públicos punteros así se hace y con éxito. El I Plan Vasco de la Cultura no supo introducir mecanismos fiables de evaluación. Ciertamente como para curarse en salud se hablaba de ello de refilón en algún documento interno pero sólo se trataba del seguimiento del grado de ejecución de las acciones planeadas, memorias, de acciones sectoriales, informes de datos estadísticos, el todo precedido por soberanas consideraciones de escaso interés evaluativo y de de esa insípida retórica sedante que por arte de magia hace que, notorias banalidades parezcan descubrimientos decisivos.
El segundo plan preveía sistema de evaluación tan vacío de contenido e inoperante como en el anterior aunque con más artilugios artificiales las más de las veces, que no alcanzaban metodológicamente ni deontológicamente los mínimos exigibles para ser sociológicamente homologables. La “evaluación” encargada a toda prisa antes de dejar el gobierno a la consultora externa, y dada por buena, es de una inoperatividad evaluativa pasmosa. Tras consultar los documentos disponibles se puede afirmar con garantías de veracidad que los mimbres que todo proyecto público debe de tener no han sido reunidos en este Plan Vasco de la Cultura. Y no vale la defensa que los responsables de estas graves deficiencias, esgrimen recurriendo al hecho de que nadie evalúa en la administración seriamente. En estas condiciones respecto a los dos universitarios albaceas de las buenas artes empleadas en la redacción del Plan Vasco de la Cultura que según nos desvela R. Zallo han asesorado al asesor, solo cabe suponer que su supuesto asentimiento se deba a un estado de enajenación mental transitorio de los mismos.
Que duda cabe que el Contrato Ciudadano de las Culturas del gobierno de Patxi López, cuyos contenidos se nutren en buena medida del proceso desplegado por el plan anterior, también deberá ser valorado por su capacidad a contemplar en su seno, un dispositivo eficiente y labelizado de evaluacion de sus resultados. La legitimidad y credibilidad de las políticas culturales, como el resto de las acciones de los gobiernos, también deben asentarse en la evaluacion efectiva de su impacto y de sus resultados. Lo esencial de la crítica que quería trasladar ha llegado a su término sobre los aspectos culturales relevantes que ha defendido R. Zallo, en su texto que a mi modo de ver revestían interés para el debate cultural.
Sobre el resto de cosas que trata creo que no se le debe de seguir por ese sendero salvo que nos queramos salir del tema cultural en principio objeto de la controversia. No se entiende a cuento de qué viene por ejemplo, el estigma que agita sobre todo planteamiento en “clave liberal para la cultura vasca” o en qué se basa para pensar que Lourdes Azurmendi, recién estrenada vice-consejera, será mujer que con el euskera se limitará a “garantizar la satisfacción de la demanda, sin promoverla”. Y ¿qué es eso de las comunidades culturales que la antropología habría alumbrado? O ¿dónde podemos agenciarnos una guía practica de la “euskal kultura”?. La huelga del día 29, etc. Bueno un artículo de R. Zallo, los ha escrito mejores, con una pretensión enciclopédica sorprendente y poco rigurosa a pesar de que nos haya servido, gracias al relato mágico del amo del perro Txo, para percatarnos de la secuencia maléfica en el ámbito de la Cultura que se teje a nuestras espaldas.
Jose Luis Gómez Llanos. Abogado y Sociólogo.
Presidente de la Sociedad Vasca de Evaluación Política de Políticas Públicas.
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