Un debate abortado sobre la cultura vasca

El artículo de José Luis Gómez Llanos (NOTICIAS DE GIPUZKOA, 7-10-10) -que comenta mi artículo sobre "El Contrato Ciudadano por las Culturas: un pésimo comienzo" (NOTICIAS DE GIPUZKOA, 26-9-10)- es ininteligible, lleno de errores en los hechos y de argumentos ilógicos (actúa de oído). Pero lo que sí se entiende es la intención: descalificar a algunas personas y al anterior Plan Vasco de Cultura.

Como no desacredita quien quiere sino quien puede, diré que la gente que me conoce sabe que mi talante nunca ha sido la equidistancia sino la convicción siempre fundamentada, acierte o no, como para que a estas alturas me molesten sambenitos a conveniencia; y lo que sí tengo claro es que los lectores no se merecen que les líen en debates insustanciales y poco sinceros cuando la única motivación es la basura que se vuelca.


En lugar de abordar el tema de fondo de mi artículo, Gómez Llanos mancha a dos dignísimos profesores universitarios que mencioné (Aierdi y Zubero) para un tema puntual (la identidad) como aquejados de "enajenación mental"; ofende a la antigua concejala de Cultura de Gasteiz ("a cambio de compensaciones") cuando la cocina del viejo Plan fue pluripartidista y su consenso amplísimo, el más alto en la historia de la política cultural vasca. No dice la verdad sobre las evaluaciones puesto que sí hubo sistemáticas evaluaciones: cada año del Plan de Cultura y que se sustanciaban en el Consejo Vasco de Cultura.

E incurre en la más pura falta de lógica cuando le atribuye a ese Plan haber "generado discordia" hoy porque la Administración actual -a la que J.L.G.L. visita con frecuencia como consultor no se reconoce en él (aunque lo copia en buena medida); o cuando saca a colación, sin venir a cuento, a Lourdes Azurmedi a quien ni nombro y solo critico las expresiones textuales del Contrato en el que ella no ha podido ni intervenir por nueva que es, y cargo sólo de Política Lingüística.

Del debate de fondo que yo planteaba casi ni rastro. Ni toca el tema de las identidades; ni la deriva cultural socialista; ni el estado actual de la cultura vasca. No opina sobre el plan de Cultura como proyecto cultural; ni la cuestión de cómo se planifica la cultura desde abajo; ni los contenidos de la parte del Contrato Ciudadano por las culturas que citaba textualmente; ni la quiebra interinstitucional que se ha producido con las Diputaciones por torpeza de la Consejería; ni por qué no se ha reunido el viejo Consejo de Cultura ya que no había uno nuevo.

El único tema que asoma tímidamente es sobre si un Gobierno nuevo puede o no deshacer lo hecho por el anterior y ello para atribuirme ideas peregrinas. No tengo ninguna duda que cuando una nueva administración llega al Gobierno puede y debe darle su sello y su programa. El problema es cómo: si inventando la pólvora y poniendo patas arriba los temas que estaban pactados con los sectores y otras administraciones mientras se pierde un tiempo precioso; o seleccionando y ejecutando desde el principio los temas más claros mientras se trabajan temas nuevos y se redimensionan, mediante debate, otros más dudosos. Si todo el afán es borrar el rastro, la marca, la huella de los anteriores estamos simplemente ante un comportamiento sectario e irresponsable.

Remedando a don Pío Baroja, con su sorna sobre el perro de aguas y el señor párroco, diría que mi perro Txo -un mastín de casi 80 kilos que no habla porque no quiere- cuando deja su marca es, a diferencia de algunos humanos, solo con buena y comunicativa intención.