Una cultura vasca, patrimonio de Ramón Zallo
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Tras la lectura de un texto es
difícil pretender debatir seriamente sobre su contenido y más aún
defender una serie de consideraciones básicas para rebatir las de su
autor, cuando con lo que discrepas es ordenadamente confuso y posee el
extraordinario mérito de no pertenecer a ese género narrativo del que
los ciudadanos sacan precisamente las enseñanzas mas idóneas que mejore
la imagen deteriorada que tiene del debate político. Los particulares
matices y aromas sectarios así como los fantasmagóricos efectos
especiales que florecen tanto del primer articulo de Ramón Zallo como
de su reacción a mi replica en este mismo periódico ( 10-10-2010), es un
claro ejemplo de ello. Analizar una producción tan cerrada y rígida
que no se ciñe a lo esencial de mis argumentaciones entiendo que pueda
ser penoso para el lector. Sólo decir, y por encima, que a Zallo no
parece hacerle ni pizca de gracia que empleemos la vara de medir que el
emplea para las opciones de los demás y midamos con ella sus argumentos,
porque teme el efecto boomerang demoledor que ello produciría. Sin
embargo pese a la relativa confusión que sus artículos sobre este
"debate" pueden inducir, esta cuestión pide auxilio de claridad y
respeto. Dejaré de lado ahora los aspectos que recuerdan el canto del
cisne o la manifestación de despecho de alguien que no ha aceptado la
alternancia en las instituciones vascas, con todas sus consecuencias.
A pesar de que me equivoqué al creer poder entablar con
Zallo un debate constructivo, lo intentaré nuevamente. Vayamos por
partes. Afirma Zallo respecto a mi replica: "no dice la verdad sobre las
evaluaciones puesto que sí hubo sistemáticas evaluaciones: cada año del
Plan de Cultura y que se sustanciaban en el Consejo Vasco de Cultura".
Al respecto Zallo no miente (eso solo lo hacemos los que "osamos" poner
su ignorancia de manifiesto) lo que ocurre es que no tiene ni idea de lo
que es una evaluación. Una evaluación no es decir cuanto de lo planeado
se ha realizado o que tanto por ciento de las partidas asignadas a un
proyecto se han gastado. Evaluar es, sobre la base de indicadores claros
y variados establecidos de antemano, realizar un contraste riguroso de
los objetivos fijados con los resultados obtenidos. Eso implica un
proceso específico llamado evaluación de una política pública, dotado de
una metodología propia, reglas deontológicas estrictas... etc. Lo
demás es hacer el paripé. Cualquier documento administrativo al que se
bautiza con el apelativo de evaluación no lo convierte en tal. Insisto,
de evaluación ni rastro. Para qué evaluar si el que supervisa el
dispositivo es infalible. De esas cosas trataba principalmente en mi
artículo, porque me parecen ser los problemas de fondo en la acción
publica. Sin evaluacion de las políticas culturales no se podrá avanzar
y al equipo de Cultura del actual Gobierno Vasco habrá que exigirle en
ese terreno que cubra las insuficiencias del anterior. Para Zallo, no
situar el debate sobre la cultura en Euskadi en el terreno del bla bla bla marxistoide
que el domina, es no ir al fondo de las cosas. Le cuesta aceptar que
hay que salir de la cultura de la modelización, y que su Plan Vasco de
la Cultura era un prototipo bastante acabado de esa generación de
artefactos. Era un Plan que rezumaba una especie de post-estructuración
sovietizante, en la que cierta izquierda acomodada es excelente al ver
realizarse con ello sus sórdidos sueños planificadores. El plan anterior
desprendía ante todo control burocrático de las cosas y afirmaba un
soberanismo no cultural, este seria legítimo, sino aparatero con el
riesgo casi inevitable de paralizar las cosas y los espíritus. La
intolerancia elevada a rango de proyecto cultural.
En ningún lugar del mundo avanzado con el que es sensato
compararnos hacen planes como el que hizo el anterior gobierno, sino lo
que se lleva es desarrollar procesos mucho más abiertos donde la
iniciativa privada no esta demonizada y cobra mayor protagonismo, donde
la administración no se propone salvar nada ni a nadie en vías de
extinción. Nada puede sucumbir antes y con tanta facilidad que lo que,
por falta de confianza en la potencialidad de la sociedad para
regenerarlo, te empeñas en sobreproteger en exceso, lo que casi siempre
desemboca en mutilaciones severas de libertad. Respecto a los dos
sociólogos lo único que insinúo es que, Zallo, para credibilizar sus
planteamientos, se sirve de ellos para "pringarles" de su galimatías
ideológico, del que poco se puede sacar en limpio, práctica a la que se
recurre cuando se está en las últimas. Pero la cultura es otra historia,
y en este debate su obsesión por llevarlo al ámbito de la ideología es
significativo.
Con su artículo, lo que Zallo ha dejado patente es no sentirse
cómodo en la reflexión sobre la gestión de la acción publica cultural
donde yo he querido centrar mi situar la replica a su articulo. La UPV
tiene destacados conocedores de esta cuestión que desde la humildad y
anonimato trabajan de un modo digno de recalcar. Con todos los respetos,
no es el caso del polemista que nos ocupa, aunque si hay otros ámbitos
donde su capacidad es legible. La retórica ideologizante es una cosa y
la reflexión sobre la evaluación de los programas culturales es otra. El
estatus de asesor da para mucho y la plus-valía técnica de las
aportaciones de Zallo en el sentido estricto de lo que es la gestión
cultural no fue, visto lo visto, el criterio decisivo de su
entronización como asesor de Cultura. También lo repito otra vez (él
insinúa que me lo he inventado): Lourdes Auzmendi, la recién nombrada
viceconsejera de Euskera (según Zallo tras la purga de Etxezarreta ) no
es mujer de la que se deba sospechar como lo hace Zallo, de querer
limitarse solo a "garantizar la satisfacción de la demanda", y no
promover la oferta cultural en euskera.
Hoy el tono del debate cultural es amargo, lo vemos también en
relación al Guggenheim y lo lamento profundamente, quizás sea porque la
política haya invadido una esfera que debería de haber guardado una
autonomía y singularidad "científica", como tal. El espíritu y la letra
de estas contribuciones de R. Zallo son un claro síntoma de la
degradación del debate necesario sin el cual la contaminación partidista
se exacerba y hago votos para que un nuevo tono cordial y constructivo
surja pronto con fuerza. Pero para acabar no quiero pasar por alto
cuando Zallo dice de mí con la intención de quitar fuerza a mis
argumentos: "…administración actual -a la que J.L.G.L. visita con
frecuencia como consultor…." Esta idea sólo puede encubar en una mente
presa de intolerancia porque todo el mundo conoce mi independencia de
criterio manifestada a través de cientos de artículos de opinión desde
hace más de 30 años. ¿Por lo que se ve al comisario político del
Departamento de Cultura del anterior Gobierno Vasco le siguen
suministrando informes diarios sobre el que entra y sale de sus
dependencias? Por cierto, muy poco fiables. Bere tokian ez nintzake
Mastintxoz fidatuko.