Alguien voló sobre el nido electoral vasco

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Leer en Diario Vasco. Lunes, 14 de Noviembre de 2011.
Desde hace más de dos décadas, se puede discernir una mutación en las formas y modalidades de participación política que la disputa por el poder, en cada proceso electoral, apenas puede ocultar. La aparición de inéditas formas de expresión públicas, dominadas por el individualismo, el rechazo al compromiso con los partidos y una actitud crítica hacia el Sistema hará que, a medio plazo, nadie pueda alegar titularidad durable alguna sobre 'la masa de votos disponible'. Síntomas, todos ellos, que agravarían la crisis de legitimidad de la representación clásica del Homo Politicus. Aunque sería más exacta la hipótesis de que si hay crisis, será del lado de los modelos clásicos de análisis sociológicos de la política, donde habría que buscarla. Sin ser el principal exponente de estos cambios, merece la pena detenernos sobre la problemática de esa volatilidad del voto, fenómeno insuficientemente estudiado en cuanto a sus repercusiones en Euskadi lo que, está en el origen de que nadie pueda prever un triunfo anticipado para las elecciones que se celebran en el ámbito territorial vasco y eso va a seguir siendo así con más rotundidad, si cabe, en los comicios venideros.
Históricamente, la sociología electoral se ha centrado en el estudio de los factores determinantes de la orientación de los votos en función de las simpatías políticas. Pero eso no basta para entender lo que está ocurriendo. Hasta ahora imperaban modelos llamados deterministas que establecían que el voto estaba condicionado por el entorno social de pertenencia, llegando a la conclusión de que el voto de la clase obrera se situaba a la izquierda y el de las clases sociales acomodadas a la derecha, por ejemplo.
Según los nuevos modelos, el votante se ha hecho racional, «libre del determinismo social», utilizaría su voto para dar una 'recompensa' o 'castigar' al gobierno saliente, en función de lo que ha hecho en realidad. El problema es que la idea que se hace de la realidad no siempre es la más exacta, y cabe preguntarse: ¿qué información se suministra al ciudadano, qué evaluaciones de las acciones públicas se ponen a su disposición para que decida su voto con mayor discernimiento? La volatilidad está bien pero, ¿con qué criterios pasan los votos de unas manos a otras? ¿Quién actúa de mediador, quién hace de intérprete de lo que ocurre en la sociedad entre una elección y otra?, ¿cómo se presentan las mediciones a realizar para que eso ocurra?
En la CAV, la crisis, el fin de ETA y el balance del Gobierno López serán las tres grandes corrientes de volatilidad política que actuarán en los resultados electorales del 20 N. Unos (PP) podrían aprovecharse de esos nuevos remansos electorales a condición de que acierten ponerlos al servicio de las causas públicas de cuyas entrañas, todas esas expresiones voladoras, se reclaman. En la otra punta del tablero (Izquierda Abertzale), deberá planear más a ras de suelo para reagrupar sus huestes si quiere pesar durablemente en la balanza. En el medio de estos polos, medianamente perfilados, se libra una confrontación difícil de entrelazarse entre, por un lado, el vértigo del fin de su ciclo reformista (PSE) y el miedo a perder el mando hegemónico de su tribu (PNV) por otro, al mismo tiempo que tienen que resistir, desorientados y con serias divisiones internas, para que la centrifugación bipartidista en España no altere, en exceso, sus respectivas expectativas en territorio vasco.
La diferencia entre la bipolarización en Euskadi, respecto al resto de España, es que aquí hasta ahora se ha organizado en el terreno de la identidad y allí en el terreno de lo social, razón por la cual, el Centro político vasco seguirá huérfano algún tiempo más, porque aunque parezca ingenuo recordarlo, este espacio sólo lo puede ocupar, con garantías de permanencia, una formación que lo sea simultáneamente en lo social, en lo identitario y en lo político. Esta exigencia se ha confundido con la de la centralidad logística que se requiere para gobernar en un momento dado, sin que los contenidos fueran cruciales para el apaño. En los últimos 10 años, el predominio de tres grandes opciones políticas inducía a esa confusión ya que la acción de dos ponía al tercero en el medio del casillero casi de un modo automático. Ahora que nos vamos a instalar en una lógica a cuatro bandas, el centro político, se presenta como un El Dorado al que todos querrán llegar aunque solo sea de manera fantasiosa. Un nido de todas las codicias, que será complicado amueblarlo con ideas y soluciones que no estén basadas en amplios consensos sociales.
De algún modo, se puede afirmar que los ciudadanos vascos han vivido demasiado tiempo a espaldas de lo que realizaban sus representantes sin exigirles que fueran eficaces, eficientes, útiles, en cuestiones que afectaban a sus vidas cotidianas. Ahora, podrían utilizar más el sufragio como 'arma disuasoria' para hacer valer esa exigencia democrática.
Peso a todo, el mayor inconveniente que se observa es la escasez de recursos innovadores internos en los partidos políticos que favorezcan la incubación, en sus matrices organizativas e ideológicas, la narrativa discursiva capaz de introducir esas cuotas significativas de racionalidad en la vida pública, rindiendo cuentas verazmente de sus acciones, apoyada en discursos audibles y no contaminantes. O dicho de otro modo, queda por determinar: ¿quién será el cuco en Euskadi para este ciclo de mutaciones políticas sobre los que ya se divisan, aunque difusos y algo torpes, los primeros movimientos?

José Luis Gómez Llanos
Sociólogo y Presidente de EVALUAR

La Conferencia de Aiete

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Leer en Diario Gara. Miércoles, 9 de Noviembre de 2011

El autor, que participó como observador en la Conferencia de Aiete invitado por Lokarri, plantea una serie de hipótesis que, a su juicio, pueden ser valiosas para construir un modelo de convivencia partiendo de la actual situación. A este respecto, Gómez Llanos aboga por «dar sentido práctico y consensuado a la democracia, construyendo una nación vasca en un mundo globalizado respetando la igualdad».


Tras la celebración de la Conferencia de San Sebastián, numerosos artículos han abordado cuestiones relativas a cómo salimos, en tanto que sociedad vasca, éticamente curados e incluso fortalecidos de todos estos años de barbarie y confusión social. Yo trataré el tema desde la óptica de la historia política y la ambivalencia de los conceptos con las que se acompaña, avanzando unas ideas simplificadas que ayuden a dar sentido a esta pugna que libramos los vascos desde hace ya demasiado tiempo, proponiendo unas hipótesis que me parece que podrían ayudarnos a construir una convivencia a partir de lo que tenemos, incluyendo los contenidos de la Conferencia de Aiete.
-No estaban todos los que son.
Todas las críticas a la Conferencia, considero que tienen parte de verdad, exceptuando las que insinuaban que algunas de las personalidades que la apadrinaron lo hicieron mediante retribución. Todas las demás, han sido legítimas con dosis de veracidad diferentes pero aptas a ser materiales para el debate democrático.
Las tesis de la izquierda abertzale han triunfado, los cómplices de los terroristas han proyectado la necesidad de una negociación, ha sido una ofensa para las víctimas, etc. Admito que casi todos esos argumentos no están infundados. Sinceramente lo siento así pero con la misma intensidad de convicción, después de admitir los matices a aportar a lo que significa todo lo anterior, también digo que precisamente por todo ello la Conferencia era necesaria, indispensable.
Sin la avalancha de críticas, sin las sonoras ausencias, si todo el mundo la hubiera aplaudido, cabría preguntarse para qué haber organizado tal evento. La fuerza de todo lo que la conferencia no pudo o no quiso contener, es lo que más sentido le da y con el tiempo algunas de las especulaciones interesadas caerán por su propio peso. Ahora solo queda evaluar si fue útil.
-No son todos los que estaban.
En el núcleo duro de lo que nos divide a los vascos, veo dos grandes interrogaciones sobre las que nos correspondería meditar: ¿Qué es la democracia? ¿Qué es la nación? Quizás no todos estemos entendiendo estas dos palabras de la misma manera. En todo caso, las explicaciones sobre su significado real han estado en caída libre durante demasiado tiempo.
Dos preguntas aparentemente sencillas, pero dos ámbitos del conocimiento esencial donde yo situaría todo lo que nos divide, nos enfrenta y hasta por lo que se mataba, para encontrar soluciones innovadoras. Sabemos que nada puede ser innovador si no empieza estableciendo con solidez la problemática que queremos abordar.
Si nos adentramos en este ejercicio nos daríamos cuenta que pueden emerger líneas de contacto, acuerdos e intereses a compartir más reales y con más boletos para encontrar respuestas satisfactorias a un número de vascos superior a los obtenidos hasta ahora.
-¿Qué es la democracia?
Hay que superar esa visión automática de la democracia y mirarla como el modelo que se construye sobre la experiencia social. La democracia no es el régimen de la toma de decisiones exclusivamente, es el régimen más genuino de la construcción de una experiencia colectiva ya que nunca está construida del todo sino que es un proceso abierto. No es únicamente un marco donde se determinan las decisiones, se celebran elecciones y se eligen gobiernos representativos, es mucho más que eso. Este enfoque nos ayudaría a superar numerosos bloqueos actuales. Los exegetas de la democracia que se limitan a utilizarla como modelo político y social de la decisión, tienen el sistema bloqueado y nos conducen a la confrontación. La democracia como experiencia de la producción del cambio, especialmente en el nuevo ciclo que abre el fin de ETA, se debe de convertir en el núcleo de la discusión democrática recuperada en Euskadi.
-¿Qué es la nación?
La nación aparece antes que la democracia, de ahí la dificultad para asentarla internamente y a la vez que conviva con el resto de las naciones. Su reconstrucción desde abajo debe asentarse sobre una identidad democrática y no de rechazo de los diferentes. Pero también de alguna manera las democracias están vaciándose de substancia, están desnacionalizándose por lo que no estaría mal reflexionar cómo renacionalizarlas.
Al fin y al cabo una nación tiene que constituirse como un espacio limitado pero con el mayor grado de universalidad posible. Si actuamos de ese modo será posible recuperar los territorios perdidos de la concordia entre vascos. Las naciones democráticas no pueden hacer la economía de las cuestiones de identidad. Como tampoco pueden ser una comunidad de idénticos ni de individuos diferentes que quieren seguir juntos y mucho menos aún una comunidad de parecidos. Sin olvidarnos que uno de los cimientos que constituye la voluntad de estar juntos en numerosas ocasiones lo proporcionaron las pruebas que tuvieron que soportar sus poblaciones (guerras, invasiones, epidemias, terror etc.). ¿Sería mucho soñar que las pruebas que hemos padecido durante la era de ETA, nos uniera como nación vasca en un proyecto común en lugar de hablar de vencidos y vencedores? Ahí podríamos encontrarnos también una inmensa mayoría de los vascos a medio y largo plazo.
-¿Y ahora qué?
Que fácil sería todo si el fin de ETA fuera el fin de las hazañas de unos sanguinarios individuos. Ojalá estuvieran en lo cierto los que lo afirman con tanta determinación, pero el problema es que no es un buen diagnóstico. Esa versión no funciona. La versión panegírica de ETA tampoco. A los políticos la historia les hace zancadillas en cada esquina y tardan demasiado en recapacitar lo que les ocurre ante soluciones que no funcionan. Llevemos el debate de nuestro problema vasco a los dos territorios señalados e intentemos dar sentido práctico y consensuado a la democracia, construyendo una nación vasca en un mundo globalizado respetando la igualdad y veremos que muchas cosas funcionarán mejor.
Ahora corresponde a nuestros políticos reñir menos y a los ciudadanos pedirles que profundicen en la historia para salir del terreno de la lamentación y entrar en el de la explicación y la creatividad.
La Transición española como modelo de construcción democrática parece estar dudando sobre su virtualidad futura y da la sensación que hace aguas, porque la sociedad entiende que, sobre cuestiones esenciales, hoy estamos en mejores condiciones para abordarlas que entonces. La sociedad española debe de revisitar la significación de la explosión de memorias, debe abordar con exigencias de verdad y justicia, la reparación de un periodo de su pasado que vaya más lejos de lo que se ha hecho hasta el momento en un esfuerzo retrospectivo de innovación democrática.
Nada en la historia de Euskadi de estos últimos 50 años se parece más a esas tres horas que duró la Conferencia de Aiete. Tres horas en una tarde soleada en contraluz con claros intermitentes que favorecían sombras y relieves. Como otras tantas esperanzas, frustraciones, dolor y alegrías contenidos ante los retos que nos esperan. Unos días después, el final de ETA se convirtió en un excelente aliciente para intentar transcender las limitaciones de las que partimos y que esa conferencia puso de manifiesto.

José Luis Gómez Llanos
Sociólogo y Presidente de EVALUAR

La reforma de la Administración

19:35 0 Comentarios A+ a-

Leer en Diario Vasco. Jueves, 15 de septiembre de 2011

Los cambios en profundidad pueden ser una oportunidad para frenar el peligroso alejamiento de la ciudadanía de la cosa pública, que ya se observa en ciertos comportamientos 'antiadministración'Los cambios en profundidad pueden ser una oportunidad para frenar el peligroso alejamiento de la ciudadanía de la cosa pública, que ya se observa en ciertos comportamientos 'antiadministración'.

Estos días, como era de esperar, observamos cómo ante la perspectiva de limitar los déficits públicos desde la Carta Magna, el foco de atención se ha centrado nuevamente en discernir si el tema que motiva la modificación de la Constitución es de suficiente entidad o no lo es; si se debe de hacer ahora o más tarde; si tiene que ir acompañado de un referencia a indicadores numéricos concretos, o con qué grado de explicitación normativo tiene que contemplarse el texto legal resultante, etc. Es decir, todo lo que afecta al texto constitucional 'rigidiza' las mentes, las electrocuta con los tópicos de siempre. Como de costumbre, nos fijamos más en el dedo que en la dirección a la que apunta.
Existen serias dudas sobre una reforma constitucional, bautizada regla de oro, que, además de tener que esperar nueve años para su entrada efectiva en vigor, no será eficaz si no va acompañada, como se ha hecho en los países que la han optado, de programaciones presupuestarias de dos y tres años; si no se coordina más y mejor al conjunto del entramado institucional competente en materia presupuestaria; si no se protegen las decisiones presupuestarias de las iniciativas que los pueden adulterar; si no se instauran sistemas de alerta rápidos y de evaluación en el Legislativo; y, sobre todo, si no se garantizan la veracidad y la calidad de la información sobre la que se apoyan las decisiones presupuestarias.
Basta con fijarse en los países que mejor han resistido la violencia de esta crisis para observar que todos tienen en común el haber emprendiendo serios procesos de modernización de sus administraciones, lo que ha tenido como consecuencia a medio plazo una profunda racionalización de sus finanzas públicas. Sobre esto último, cabe destacar que la evaluación de los procesos del trabajo presupuestario en el ámbito legislativo y su mejora han sido también unas de las claves del éxito de la modernización de la administración y racionalización de las finanzas públicas. El ejemplo de Francia es reseñable, ya que en 2008 llevó su apuesta hasta incluir en su Constitución la obligatoriedad de que el Parlamento realice evaluaciones de sus políticas públicas.
¿Cuánto nos cuesta la no-administración española? O dicho de otra manera: ¿cuánto nos sale el no disponer de una Administración cohesionada, sin duplicidades, ecónoma, de un sistema financiero equilibrado, unas finanzas públicas saneadas? Esas son las preguntas que nos debemos hacer. ¿Por qué no cogemos cada programa, cada acción de gobierno, cada política pública y la sometemos a una serie de preguntas sencillas como éstas de un modo ordenado?: ¿Qué hacemos? ¿Cuáles son las necesidades y expectativas colectivas? ¿Se tiene que seguir así? Luego vienen otras, bastante más comprometidas que las anteriores. ¿Quién debe hacerlo? ¿Quién debe pagarlo? Y, ¿cómo hacerlo mejor y más barato?
Se trata de comprobar, por si acaso, si cualquier medida concreta no puede ser realizada más eficazmente por otros actores públicos o privados y de otro modo. Así como de averiguar si se ha explorado suficientemente la posibilidad de hacerla cofinanciar por nuevos 'partenaires', y si existen evoluciones internas o externas que permitirían optimizar los medios empleados para esta política o programa respetando evidentemente sus objetivos y mejorando las condiciones de trabajo de los funcionarios. Una catarsis con el fin de gastar menos y mejor, perfeccionando de camino la eficacia y la eficiencia de la acción pública.
Por consiguiente, la verdadera regla de oro para España sería emprender sin más demoras una reforma en profundidad de la Administración que se vea acompañada de la implantación de un sistema de finanzas públicas eficaz y sostenible. En este marco racional y evaluativo habría que encajar los debates actuales sobre la fiscalidad de la que nos queremos dotar, el grado de bienestar social que queremos garantizar, el sistema de salud y de educación que debemos asegurar para las próximas generaciones. Esta regla de oro constitucional no enderezará por sí sola las cuentas públicas, aunque pueda convertirse en una amenaza temida por las instituciones malacostumbradas al déficit público.
Estas reformas en profundidad pueden ser una oportunidad para frenar el peligroso alejamiento de la ciudadanía de la cosa pública, fenómeno que ya se observa en ciertos comportamientos 'antiadministración' que nos advierten de la carga devastadoras que traerían en términos políticos y sociales. Y que nadie crea que podemos estar por más tiempo a salvo de ver desembarcar en nuestras instituciones líderes autoritarios que alterarían con sus propuestas la convivencia democrática, proponiendo soluciones radicales, tendencia esta que ya se ha estrenado con la proliferación de partidos xenófobos y totalitarios en numerosos países europeos, con predicación popular y credibilidad crecientes.
El Gobierno que salga de las urnas el 20-N tiene en la modernización de las Administraciones Públicas y en la reforma de las finanzas comunes sus principales retos. Sería saludable que se inculque por fin la pasión colectiva por la prosperidad del conjunto del país, integrado y territorialmente equilibrado y solidario. ¿Porque no plantearse la creación de un ministerio para la modernización de la Administración y reforma de las finanzas públicas? En nuestro entorno no faltan ejemplos de Estados que han recurrido eficientemente a estas herramientas sin dilaciones y con éxito. Pero lo decisivo será garantizar un planteamiento global y coherente de país en materia presupuestaria con el que se comprometa el conjunto de las Administraciones Públicas, sin excepciones.

José Luis Gómez Llanos
Sociólogo y presidente de EVALUAR

Los temas de seguridad no son de derechas

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Leer en Deia. Jueves, 9 de septiembre de 2010.

EL articulo de opinión titulado El payo Sarkozy y la unidad del pueblo gitano que nuestros lectores pudieron leer el día 27 de agosto de 2010 en esta mismas paginas, escrito por el profesor de la Escuela Universitaria de Trabajo Social de la UPV, Cesar Manzanos, nos interrogaba desde la primera linea del modo siguiente: "¿Qué hubiera ocurrido en la Alemania Nazi si sólo se hubiera enviado a los gitanos a los hornos crematorios? La respuesta es evidente. La tenemos ahora en Francia". Contrariamente a lo que estas primeras líneas de ese artículo pueden dar a pensar, lo que su autor persigue es criticar la política de expulsión del Gobierno francés hacia los gitanos originarios de Europa central, principalmente de Rumania y Hungría, en situación irregular en su territorio. Llevo varios días reflexionando sobre las medidas que está adoptando el gobierno de François Fillon y sigo sin poder visualizar, tal y como nos sugiere César Manzanos, qué hubiera sucedido si los propósitos exterminatorios de los nazis hubieran ido dirigidos exclusivamente contra los gitanos, ya que según este profesor, lo que esta ocurriendo en Francia estos días nos debería permitir encontrar la respuesta.
Imaginarse Auschwitz, Dachau, Mauthausen, Buchenwald, Treblinka sin víctimas judías es, a la vista de lo que realmente ocurrió en sus campos de la muerte, una hipótesis obscena que sólo un antisemita ciego puede utilizar dialécticamente en defensa de sus posiciones. Lo que aparentemente se nos presenta como un juego mental más propio de una macabra ciencia ficción que de otra cosa, refleja de una nueva forma de racismo, una singular atrofia intelectual. Sigamos pese a todo.
Sin judíos exterminados en sus hornos crematorios, la II Guerra Mundial hubiera terminado con un Hitler igual de impresentable que el que la historia ha juzgado, salvo que hubiera dado más trabajo a los historiadores a la hora de desentrañar lo que movía a los fanáticos dignatarios del Tercer Reich. Una II Guerra Mundial sin guetos, sin millones de seres conducidos a las cámaras de gas. ¡Qué lastima! El caso es que el holocausto judío sí tuvo lugar y el régimen verdugo que lo impulsó se propuso barrer de la faz de la tierra a todo un pueblo, a sus niños, a sus ancianos, intentando borrar hasta su mismo recuerdo de su paso por el Mundo. En el paquete, metieron a homosexuales y a gitanos con un propósito muy distinto, aunque su martirio no fue menos inaceptable, como distinta es su significación simbólica e histórica. Sabíamos que el antisemitismo se disfrazaba de antirracismo a veces para ser mas digesto, pero manifestaciones tan torpes no son tan habituales. El mal absoluto nazi rehabilitado hoy por progresistas, altermundistas, antiimperialistas y demás epígonos totalitarios.
Llegados a este punto, vuelvo a Sarkozy el payo, cualificativo que no entiendo, y me pregunto si nuestro profesor no está insinuando que el presidente de Francia, del que nadie ignora que es descendiente de judíos húngaros inmigrantes en Francia, estaría tratando a los gitanos expulsados estos días como se trató a sus compatriotas judíos durante los años de persecución nazi. A no ser que nos esté diciendo que lo que vemos estos días en Francia con los gitanos, nadie osaría hacerlo con los judíos porque estos regentan un lobby potentísimo que disuadiría al mas potente de los gobiernos a la hora de intentarlo. La prueba la tendríamos en el mismo Próximo Oriente donde nadie expulsa al judío invasor y depredador. La verdadera identidad árabe sería la del rechazo de Israel sin cuartel .
Volvamos a los ciudadanos europeos de etnia romaní que tanto están dando que hablar este verano. La actuaciones del gobierno francés pueden ser discutibles en algunos aspectos y los tribunales tendrán que establecer si estamos ante un abuso de poder, pero hay que recordar que existe una legislación europea que obliga a todos los Estados en materia de inmigración clandestina y que cualquiera de los 25 países actuales miembros de la Unión en circunstancias parecidas hubieran actuado de idéntica manera. Desde un punto de vista humanitario, claro que choca, claro que duele y nos interroga sobre estas sociedades que crean tanta pobreza y exclusión. Establecer un diagnóstico certero y proponer soluciones que afecten a un marco más amplio que al de un solo país es más difícil y algunos se contentan de análisis paranoicos, anticapitalistas, o antirracistas, recetas todas ideologizadas al extremo que nos conducirían a situaciones peores. Olvidando que, en el caso que nos ocupa, quien más cruel fue con esas etnias gitanas fueron los regímenes comunistas, donde el racismo estaba en el corazón de su ideario ideológico. De la ideología, sobre lo que Hannah Arendt decía que era un principio único de interpretación del mundo, hay que sospechar por que siempre tropezaremos con algún goulag por sus senderos.
Tampoco hay que olvidar que el colectivo de gitanos de esos países son muy resistentes a la hora de integrarse en nuestras sociedades, en establecer un domicilio fijo, en escolarizar a su prole. Ante estos datos ¿qué deben hacer los gobiernos? ¿ Apoyar lógicas comunitaristas que consoliden esos parámetros, creando guetos en medio de nuestras ciudades o en sus periferias? En la mayoría de los países occidentales existe un contrato tácito entre los gobernantes y la sociedad, al que se ha tardado tiempo en llegar, que consiste en apostar por los derechos, todos los derechos, de los inmigrantes pero a condición de que a la vez, y con la misma determinación, se luche contra la inmigración ilegal. El bienestar de unos depende de la claridad de miras con la que se aborde este otro frente que es sobre el que más focalizan los medios de comunicación. Sobre los logros de la integración exitosa de miles y miles de familias que han apostado por nuestros valores y se han integrado para formar hoy el cuerpo político y social europeo, se habla menos.
Las formas del presidente Sarkozy y el ruido que las acompaña a mí no me gustan, pero de ahí a decir que lo que ocurre estos días es racismo, hay mucha distancia. Por último, recordaría que muy cerca de nuestras casas, de nuestras ciudades y pueblos, se levantan voces de intolerancia cada vez que alguna institución quiere ubicar alguna infraestructura de acogida, para la rehabilitación de ex presos, protección de menores sin familia, de enfermos de sida, de gentes desprovistas de todo. Ante esas iniciativas, nadie quiere ver esa incómoda realidad en la puerta de sus casas. Cuántos alcaldes no se quejarían si de repente sus calles o sus plazas se viesen invadidas por estas familias de nómadas. Lugares no previstos para su acogida, donde la higiene no estaría garantizada, donde la sensación de inseguridad aumentaría. El racismo y la intolerancia no está siempre donde uno los espera.
Hoy, Francia está aplicando unas normas de expulsión, por razones de seguridad de rango comunitario, que ofrecen plenas garantías por lo menos sobre el papel. Sin embargo, a una cierta izquierda le gusta volver a las barricas en defensa de causas a las que cuelgan la etiqueta de antirracistas. Pero las alternativas laxistas y ambiguas que ellos propugnan han preparado paulatinamente el ascenso de la extrema derecha, y no sólo la instalación en el mapa político de Le Pen en Francia, del que a menudo se habla. Casi todos los países europeos sufren de un inquietante auge de estos políticos demagogos y racistas a los que los antirracistas han preparado y abonado el terreno. El racismo es un horror, pero el antirracismo es a menudo una estupidez.
Y que no, que los temas de seguridad no son de derechas, mi querido profesor.

José Luis Gómez Llanos
Sociólogo y Presidente de EVALUAR.

La identidad entre deber y desear ser

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Leer en Noticias de Gipuzkoa. Miércoles 24 de febrero de 2010.

Llevo varios días intentando entender de qué trataba exactamente el enfrentamiento entre Patxi López y Joseba Egibar ante la diputación permanente del Parlamento Vasco el pasado día 28 de enero de 2010. Iba de identidades, eso sí que me quedó claro. ¿Pero qué se dijo exactamente y qué quisieron trasmitirnos?
A lo largo del tiempo las peculiaridades vascas, la extensión de su territorio, sus fronteras culturales, económicas y políticas, formas de gobierno, régimen jurídico interno etc. han ido evolucionando, cambiando al ritmo de fenómenos similares que afectaban a otros pueblos cercanos y menos cercanos, y que han marcado nuestro devenir histórico. Las mezclas y mestizajes han sido la tónica hasta llegar al país que somos hoy. Por lo tanto, su identidad colectiva o nacional si se quiere ha sido siempre provisional, coyuntural. Si admitimos que eso es una constante en la historia de todos los pueblos de la humanidad, no se entiende que se esta queriendo decir cuando se trata de identidad nacional puesto que está en permanente mutación. Por lo tanto, ¿existe la identidad nacional vasca? ¿Cuál es y de qué elementos está compuesta? Si ésta es cambiante, en perpetua mutación, ¿en qué momento de su historia nos detenemos para consignarla, para hacerla perenne, para elevarla a icono identitario?
En Francia, en estos momentos, por iniciativa del gobierno se está debatiendo de un modo organizado sobre la identidad nacional francesa, seguramente, aunque no se quiera reconocer, como consecuencia de las dificultades de integración que encuentran varias generaciones de inmigrantes de origen árabe. Debate cuya oportunidad y metodología han sido cuestionadas por numerosos sectores de la sociedad que han visto en su potenciación un oportunismo racista por parte del gobierno, con fines electorales. En Euskadi parece que el significado del debate sobre la identidad es otro porque al final, integrados o no, asimilados o no, lo único que sabemos con seguridad es que es nacional quien posee un documento que le reconoce dicha condición, sea cual sea su manera de sentirse vasco o/y español, o sencillamente ni lo uno ni lo otro, y tanto aquí como en el país vecino la identidad nacional es ante todo una categoría político-administrativa donde el atributo de ciudadano nacional se despacha a base de consideraciones de oportunidad. Luego la identidad nacional es un status legal que nada tiene que ver ni con nuestra psique, ni ideologías, ni lengua, no posee ningún contenido individual, ni define a nadie en lo que cada uno de nosotros somos de singular. A diferencia de lo que ocurre en Francia, en Euskadi estaríamos hablando de que un sector de la población que desearía ver extendido un carné de identidad como atributo de pertenencia legal y administrativa a un país distinto. En Francia, para algunos habría más franceses de los debidos. En España, habría más españoles que lo que desearían algunos. Pero este problema no surge de una supuesta facilidad con la que habríamos naturalizado a nuestros inmigrantes, sino del agravio de algunos españoles que lo fueron siempre y que ahora lo cuestionan. En Francia la crisis de la identidad podría estar gestándose al considerarse que algunos franceses no cumplen con su deber. En España se trataría de saber si todos los que lo son, desean seguir siéndolo. En Francia, el problema es quien cumple con el deber nacional. En España, se trata de establecer el grado de deseo exigible de ser nacional para pertenecer a una comunidad nacional.
Contrariamente a las identidades nacionales o legales, las identidades culturales y lingüísticas ocupan otro rango en la organización societaria y requieren de dispositivos más etéreos, menos coercitivos y más evolutivos… puesto que lo que está en juego es la interacción, la mezcla, la creación de la sociedad tolerante, cohesionada. La superposición sutil y democrática de ambos planos se alcanza a condición de no desequilibrar los derechos de la identidad lingüística y cultural de cada colectivo poseedor de una misma identidad político-administrativa.
La identidad nacional es un estatus legal que nada tiene que ver con nuestra psique, ni ideologías, ni lengua
Casi nunca los encajes estatales coinciden con los culturales y lingüísticos. Su remedio es el pacto
El conflicto de legitimidades nacionales se exacerba cuando se pretende presionar sobre un plano para alterar el complejo equilibrio del otro. Casi nunca los encajes estatales coinciden con los culturales y lingüísticos.
Su remedio es el pacto interno en cada Estado para salvar la riqueza y variedad que atesora, desde luego ya no es la hora de crear nuevos estados que reproducirían al revés las taras de las que se ha pretendido huir, creando otra mitad de la población descontenta, o obligada a desplazarse a otro espacio mas conforme con su identidad cultural y/o lingüística que nunca encontrará en ninguna parte. ¿Y si lo que encierra al otro en su identidad rígida y cerrada es nuestra manera de mirarla? Como eso es a menudo así, nuestra mirada también puede liberar al otro de sus estrecheces porque nada nos limitaría tanto como refugiarnos en un pasado idealizado y paralizante.
Condorcet, el principal artífice de la transformación de un sin fin de medidas de peso, distancia, etc. del Antiguo Régimen en el sistema decimal actual, gritaba en la Asamblea Legislativa revolucionaria de 1792 al despedirse de los dos astrónomos que iban a medir físicamente un meridiano terrestre: "Id al encuentro de la medida para todos los hombres para todos los tiempos.". En esa época se reinventó la patria, la nación, el individuo y los derechos. Desde entonces intentamos a duras penas no defraudar a los padres de la libertad.
En la diputación permanente del Parlamento Vasco estaba cantado el recurso a transposiciones metafóricas que acabaron en el onírico y sugerente mundo de los peces de colores. Su contradictor acababa de invocar el sinsabor del pienso de los peces que nos condena a una identidad, sosa, y carente de personalidad con un carné equivocado en el bolsillo. Nadie entendió nada. Unos días después la agencia Efe comunicaba lo siguiente:
"Un hombre de 35 años fue detenido ayer por la Ertzaintza en Villabona, acusado de intentar robar en un almacén de piensos de la localidad, según informó Interior. Los agentes acudieron al negocio después de que un vecino alertara a las 2.00 horas de que un individuo había tratado de entrar en él, aunque no pudo. Sin embargo, dos horas después volvió a intentarlo y fue arrestado". ¿Víctima del síndrome de abstinencia identitaria? Supongo.

José Luis Gómez Llanos
Sociólogo y presidente de EVALUAR

El Museo Guggenheim de Bilbao: la evaluación de una política cultural

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Destacamos el artículo sobre la evaluación del Museo Guggenheim de Bilbao.



Antonio Basagoiti es la clave

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Clic aquí para leerlo en el Diario de Noticias de Navarra

Estos días, dictado por esa fuerza imparable con la que se propulsan las reacciones políticas, similares a esos reflejos epidérmicos ante una substancia reprobable, Antonio Basagoiti, -en nombre de su partido- condicionado, hasta la exageración, como el resto de las fuerzas políticas en la Euskadi ansiosa de recobrar por fin la Paz, ha declarado una serie de cosas, ante el último comunicado de ETA, en la línea de lo que cabía esperar. Y en eso ha sido como todo el mundo: todos han dicho lo que era previsible, ETA incluida. Da la impresión que la Paz y el final de la violencia son cuestiones sin mayor trascendencia, en la apretada agenda de nuestros políticos, y que las evacuan con una preocupante rapidez. A nadie le hubiera sorprendido que los PC de nuestros partidos políticos hubieran tardado algo más de tiempo en actuar, que la reacción hubiera sido algo menos superficial, más guiada por la cabeza que por las tripas. Hubiéramos aceptado un silencio prudencial de varios días, lo que les hubiera dado más tiempo para reunir a sus ejecutivas, para pulsar los ánimos de las instituciones, consultar a los compañeros de ruta, sondear a los votantes y militantes, para hacerse eco de algo que se parezca a una opinión pública, al sentimiento de la calle. Recabar la opinión de parientes en América, qué se yo, reflexionar pausadamente, qué demonios. Igual ese tempo, ese tono exigible a una forma sostenible e innovadora de hacer política, ha sido, también, víctima de ETA y no se puede hacer con normalidad. Lo admito. El comunicado, dicen los escribas de la cosa, anuncia una tregua general, permanente, verificable.

La narrativa sobre ETA tras su desaparición

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La narrativa después de ETA es el nombre, algo extraño, que he dado a este pequeño comentario a falta de un título más apropiado y cuyo significado aclararé antes de nada. ¿De qué se trata? Ante el inminente final de ETA, algunos ven este desenlace incompleto si simultáneamente no va acompañado de la desaparición de las justificaciones políticas e ideológicas sobre las que se apoyaba. Esta tesis añade que el futuro de Euskadi, tras la desaparición de ETA, deberá apoyarse en la narrativa construida sobre la memoria magnificada de sus víctimas. Los mentores de estos razonamientos consideran, por tanto, que la desaparición de ETA será una estafa si no se condena toda su historia de violencia y terror. A esta conclusión han llegado porque piensan que lo que pretende ETA y sus cómplices es que su proyecto, esta vez sin violencia, siga vigente y sea el eje político sobre el que continúe construyéndose Euskadi. Este maquiavélico diseño sería obra del entorno de los terroristas y del propio nacionalismo vasco en su conjunto. La verdad es que este planteamiento no deja títere con cabeza. Por partes.

A los defensores de estas teorías simplistas, bastaría con aconsejarles la lectura del texto que José Bono, presidente de las Cortes Españolas, ha escrito para el prólogo de un magnífico libro sobre la vida como diputado de José Antonio Aguirre, primer lehendakari vasco, para negar cualquier tipo de complicidad histórica del nacionalismo democrático del PNV con la violencia. Pero seguramente no se den por satisfechos. Entonces sigamos.