Un fervor de masas que es mucho más que un deporte

Desde el pasado fin de semana en Donosti, tras el ascenso de la Real Sociedad a la primera división de la liga de fútbol profesional española, se ha desatado una pulsión difícil de cualificar mas allá de la mera descripción analógica de sus distintas demostraciones (alegría desbordante, efusiones diversas de carácter colectivo, fiesta popular espontánea, reconocimientos institucionales, consumo excesivo de bebidas alcohólicas, violencia a veces pero no siempre etc.). Esta semana la explosión colectiva ha sido en Vitoria, después de que el Baskonia tras obtener mediante una pírrica victoria ante el Barça, haya conseguido su tercera Liga ACB de baloncesto. Este verano lo comprobaremos de nuevo en la grande boucle francesa, miles y miles de vascos apoyando por las rampas del Tourmalet o de Alpe d’Huez a nuestros héroes color naranja. Algo parecido nos ocurre, pero en la modalidad de la angustia colectiva, cuando todo un país asiste con la respiración retenida, al agónico rescate de algún alpinista perdido en el Everest o en el Annapurna. O las regatas a lo largo de todo nuestro litoral, reproduciendo el recibimiento de Ulises en Itaca.

Si nos fijamos vivimos sin darnos cuenta al ritmo del deporte, de la liga, las ligas, las quinielas, la NBA, Rolland Garros, Wimbledon, todo el año se haya encerrado en eventos, de los que extraerse es una autentica proeza. El fútbol es sin duda el deporte más popular, en el sentido que es el que más masas moviliza y que encandila al mayor numero de seguidores con idéntico fervor, pero este fenómeno afecta prácticamente al conjunto de las disciplinas deportivas.

Esto fenómeno mundializado ha podido generarse merced al enorme eco, que encuentran desde cualquier rincón del mundo, producido por las gigantescas posibilidades que ofrecen hoy las nuevas tecnologías de información y de la comunicación (NTIC) puestas a su disposición. Acontecimientos ultra mediatizados que como el Tour de France, Juegos Olímpicos, Copa del mundo de fútbol, America´s Cup, van desfilando a lo largo del año por nuestras pantallas, provocando la desprogramación/programación continuada de televisiones y radios, y haciendo/deshaciendo los titulares de la prensa escrita, para dar pasó al espectáculo estelar de estos gladiadores modernos. Las economías del mundo están cada vez mas supeditadas a este sector que mueve un porcentaje cada vez más importante de su PIB en todos los países del mundo, ricos y pobres.

Una de las disciplinas que más se ha preocupado de analizar el fenómeno ha sido la sociología cuya misión nunca fue la de describir el conjunto de las actividades deportivas, sino la de comprender su impacto en ámbitos como el de la salud, la educación el ocio, la cultura o la economía. En lo que al País Vasco se refiere, algunos autores se han centrado en trabajos sobre las relaciones entre determinados deportes y el nacionalismo vasco (o el catalán), además de algunos trabajos pioneros sobre la prensa deportiva. Trabajos científicamente poco fiables y sesgados en su conjunto puesto que su finalidad, apenas velada, era denunciar la utilización del deporte por los nacionalismos periféricos para sus fines ideológicos. Tesis ésta bastante peregrina además, si nos atemos a la utilización desmesurada del deporte como caja de resonancia para su propaganda patriótica por parte de los poderes centrales, desde la creación de los Estado-Nación. Lo que no quita que pueda tener algún tipo de interés analizar la capacidad de adscripción identitaria de algunos clubes deportivos; pero eso es otra cuestión.

Sin embargo fuera de nuestras fronteras el tema es tratado con normalidad desde múltiples perspectivas, habiéndose incluso implementado en numerosas universidades carreras de elevado rango académico así como importantes equipos de investigación sobre los diversos aspectos que afectan al deporte. La mayoría de la gente atribuye al deporte un espacio específico en su vida, en la formación de sus hijos, en relación a su salud, en sus horas de tiempo libre, en el ocio de la familia, en sus presupuestos. Los gobiernos locales apoyan a los equipos deportivos de su territorio implicados en competiciones, los gobiernos se disputan acoger en sus países los grandes eventos mundiales anteriormente citados, esperando que sean tractores de crecimiento económico y de imagen de país. Los medios audiovisuales viven casi exclusivamente de los derechos de difusión de esas prácticas deportivas y las grandes marcas comerciales internacionales se disputan su presencia en los suculentos vectores de difusión deportiva para su marketing planetario. Ósea que cada país se relaciona con el deporte de un modo especial, por lo que los análisis para ser pertinentes deben de segmentar muchísimo el ámbito de consideración de esa reflexión. Recalcar todo esto es preciso para hacer comprender que cada sociedad opta por un comportamiento determinado ante el deporte, y que cada realidad específica esta solidamente arraigada en el deporte por lo que tiene un alto interés conocer estos fenómenos en profundidad y desde la diversidad.

Desde que las distintas disciplinas de las ciencias sociales se interesan por entender el fenómeno del deporte, dos grandes corrientes de pensamiento han atravesado las distintas escuelas que se han ido estructurando confrontando sus análisis divergentes. Por un lado están los que piensan y valoran positivamente como se desarrolla el deporte actualmente, sin que por ello haya que renunciar a contrarrestar sus excesos, porque favorece los espectáculos de calidad, garantiza la libre práctica para un gran numero de ciudadanos las distintas disciplinas a su disposición, crea riqueza y empleos, hace avanzar la medicina y sus conocimientos. Camus decía que “no hay un lugar donde el hombre sea más feliz que un estadio”. Argumentos todos ellos utilizados para la legitimación política y social del modo mayoritario de tratar al deporte hoy por hoy.

Para otros, todavía puede que este pesando, aquella frase de André Malraux, “es una lastima que haya cada vez menos publico para los museos y cada vez mas para los estadios”. Independientemente de que esa sea la tendencia actual, la metáfora sigue operando en numerosos círculos intelectuales y académicos que siguen despreciando un fenómeno del cual es muy difícil seguir extrayéndose como ámbito privilegiado productor de conocimientos sobre nuestras sociedades actuales. Como consecuencia de esos prejuicios, valoran el fenómeno deportivo de un modo completamente opuesto, y explican que favorece el culto del fuerte, la rivalidad sin cuartel, el culto nacionalista de los pueblos, lo estético, el culto del espectáculo frívolo, la dominación simbólica de la población etc. Esos son los auténticos valores que contenía el deporte para quienes, quien no lo recuerda, propagaron el slogan, “el deporte es la guerra”, como signo de su identidad.

La validez de algunos de los argumentos de cada bloque todo el mundo los admite como también hay consenso sobre que el deporte puede servir, practicado de determinada manera, para inculcar entre los jóvenes, valores como la perseverancia, el control de uno mismo, el respecto al distinto, la tolerancia. Seria necesario que desde las instituciones se apoye la emergente dinámica investigadora del fenómeno deportivo vasco que tanta importancia tiene, lo vemos estos días en nuestras calles, porque permitiría conocernos a nosotros mismos, más allá de los tópicos al uso. Nelson Mandela hace poco decía que el deporte tiene el poder de curar las heridas. ¿Un deseo o una realidad? Ójala que esa medicina, algún día pueda funcionar en Euskadi.

por José Luis Gómez llanos.

PTE de la Sociedad Vasca de Evaluacion de las Políticas publicas. (EVALUA).

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