La crisis de la socialdemocracia europea

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El elector de izquierdas siempre llama dos veces. Primero la derrota de los partidos socialistas en las últimas elecciones europeas, y pocas semanas después la derrota del SPD y su salida del gobierno en Alemania. Esta regla no escrita se ha vuelto a cumplir. La relativa buena salud de la socialdemocracia escandinava no empaña un análisis más global que apunta hacia una crisis de la socialdemocracia europea.
No son los únicos datos: alejamiento de los socialistas franceses del poder desde hace más de quince años, balcanización de la izquierda italiana, descomposición del labour británico tras la era Blair, división de los grupos socialistas ante la elección de Barroso en la Comisión Europea, ilegibilidad de discurso y práctica económicas de los socialistas españoles, etc. Podríamos seguir país a país. Tantos síntomas inconfundibles como situaciones específicas tienen en común no sacar provecho de la coyuntura económica y financiera en que está sumido el viejo continente. ¿Crisis de identidad o final de un ciclo?

La misión histórica que ha correspondido a la socialdemocracia es mantener un cierto control del capitalismo para promover un modelo de sociedad más justo, más racional, tratando de intervenir en el ámbito de lo concreto y real así como en el ámbito, como dirían los marxistas de principios del siglo XX, de lo ideal o utópico.
Más allá de las desavenencias de los socialistas o socialdemócratas de tal o cual país, cuyos orígenes habría que rastrear por las arcanas de la política interior de cada uno, lo que puede ser causa de pesadilla tanto intelectual como política de sus dirigentes es la pérdida de influencia en las instituciones comunitarias. El ámbito europeo tanto en el aspecto jurídico como político jamás fue suficientemente neutral para que la savia socialista o socialdemócrata pudiera contagiar de progresismo las distintas etapas de su desarrollo. Desde el Tratado de Roma, los de Maastricht, Ámsterdam y Lisboa, pasando por el Acta Única Europea, todas las etapas de la construcción europea se convirtieron en momentos políticos de triunfo del liberalismo, ante los que el socialismo sólo fue un destacado observador incapaz de invertir el curso de la historia. Las últimas ampliaciones siguen encaminadas a completar un amplio espacio de libre cambio en una zona de baja presión económica y nada más.
¿Qué futuro les espera? Si establecemos un somero diagnóstico de los grandes retos en todos los países europeos: la internacionalización de flujos migratorios, regulación económica y financiera, los medioambientales, la paz y la pobreza del Tercer Mundo, etc., nos damos cuenta de que nada se extrae a su tratamiento en el ámbito europeo si se quieren obtener soluciones eficaces y durables.
Sin embargo la política, antes que energía para las fuerzas sociales, palanca para los intereses políticos, o relatos interesados de las distintas historias nacionales, son ideas.

¿De qué ideas hablamos hoy cuando el mundo ha cambiado de arriba abajo? El comunismo se ha volatilizado, la mundialización lo condiciona todo, el individualismo se ha impuesto, la crisis financiera ha enterrado a las oposiciones. La renovación de la socialdemocracia cabía esperarla en estos tiempos de incertidumbre en que su alejamiento del poder se hace más cruel. Cabía esperar que en este periodo de pérdida de toda credibilidad del liberalismo nuevas ideas aparecieran, nuevos autores destacarían con audaces proyectos de recambio. Alguna pista parece emerger. En los últimos comicios y pese a darse unas condiciones objetivas inmejorables para asentar su dominio político en instituciones, cuyo marco es el más adecuado para afrontar los retos pendientes, los electores han decidido de otro modo. Esta cuestión, la de mayor trascendencia política de la década, está pasando desapercibida.
Mientras algunos partidos socialistas hablan de refundación, de hacer borrón y cuenta nueva, pero con los mismos líderes, la izquierda de los partidos socialistas más o menos estalinistas se ha descompuesto si exceptuamos alguna organización de extrema izquierda aislada. Nadie se imaginaba que la suma de los votos socialistas con el resto de la izquierda, acabaría por ser insuficiente para derribar gobiernos y para gobernar. Las alianzas a realizar para ganar van a convertirse en preocupaciones estratégicas de primer orden. La defección electoral de los bastiones tradicionales de la izquierda se explica en parte porque la redistribución tradicional no afecta a desigualdades más profundas que las que causan las bajas rentas. Estas desigualdades que tienen que ver con la cultura, la educación, la salud o la formación, y no digamos las de origen sexual o étnicas, precisan, en la mayoría de los casos, tratamiento mediante la incitación más que mediante la distribución, campo en el que la izquierda carece de ideas porque no cree que fuera del proteccionismo que la caracteriza, se pueda hacer nada.
El caso español, que algunos dirigentes europeos presentan como ejemplo a seguir, puede estar escondiendo la gangrena que ha ido erosionando a casi todos sus correligionarios. Tras la práctica desaparición de IU y la proliferación de pequeñas fuerzas periféricas nacionalistas, el PSOE se vería obligado a una estrategia de alianzas más estructural desde el principio de las legislaturas para evitar el bochornoso e inoperante sistema de negociar ley tras ley en sede parlamentaria con estas formaciones con alto coste político. También existe la tentación de rebajar el listón de izquierdas de sus propuestas para morder en franjas de electorado de la derecha. Los socialdemócratas españoles están bajo la tentación centrista, quizá en base a esa máxima que dice que los países occidentales se gobiernan al centro. Ante la irremediable deriva centrista de la socialdemocracia que ha causado su pérdida de identidad en numerosos países, su reto en los próximos años será cómo, y pese a ello, vuelven a erigirse, con un mensaje de solidaridad y justicia, en partidos centrales.

JOSE LUIS GOMEZ LLANOS abogado y sociólogo.

FORMACIÓN ACADÉMICA: - Diplomado en Economía Política. Universidad de Vincennes 1975 - Licenciado en Derecho por la Universidad de París VIII y Madrid. 1981. - Maitrise Ciencias Políticas (París).1983. - Cursos monográficos del Doctorado. (S. Sebastián). 1982. - Suficiencia de Investigación Diploma de la UPV 2002 .Programa de doctorado realizado: “ Procesos de cambio en la sociedad actual.” MIEMBRO DE LA SOCIETE FRANCAISE DE L’EVALUATION. PRESIDENTE DE LA SOCIEDAD VASCA DE LA EVALUACION DE LAS POLITICAS PUBLICAS Español / Francés: Bilingüe

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