Una política cultural tridimensional
17:56 by gomezllanos 0 Comentarios A+ a-
La política cultural como acción pública específica guiada por un raciocinio gestor visible puede darse ya por desaparecida
27.02.12 - 03:33 -
JOSÉ LUIS GÓMEZ LLANOS | SOCIÓLOGO. PRESIDENTE DE EVALUAR
La razón por la que al gestor público le cuesta tanto
cuestionar el sentido de sus intervenciones de carácter cultural se
halla en la desestabilización que le provocaría indagar en el habitus
donde desempeña su misión de servicio público. Es decir, una mirada
crítica hacia lo que hace fragilizaría su situación y haría mas difícil
su resguardo bajo ese «muro de contención que conforma el conjunto de
conductas hasta llegar a parecer que es lo natural», como lo explicaba
Pierre Bourdieu al tratar del campo ('champ') de la cultura. Esas formas
de obrar y pensar que limitan la capacidad autocrítica de los
responsables públicos tienen sus raíces en la servidumbre que han
contraído con las estructuras de dominación de la que no les es fácil
desprenderse, al no ser siempre conscientes de ello.
Es significativa la incapacidad que se les detecta a la
hora de cuantificar los logros culturales que obtienen, el
desconocimiento crónico del impacto artístico-cultural que producen las
inversiones en el desarrollo local, etc. Por ello, la afluencia de
público se ha impuesto como indicador exclusivo y única forma de evaluar
las manifestaciones culturales. Esta limitación de miras no es debido a
una 'conjunción' impuesta por las instituciones, los medios y los
patrocinadores, sino que los gestores directos se adaptan a esa supuesta
presión, tratándola como un mal menor que les evita hacerse preguntas
respecto a cómo incrementar la calidad, el interés artístico-cultural y
la movilización del público por lo que hacen. Impera la dramatización y
la urgencia de casos extremos a resolver.
¿Hasta que punto se tienen que implicar las instituciones
para rescatar al Museo Chillida-Leku de su fallida apuesta museística, y
evitar de ese modo la dispersión de una obra de unos de nuestros mas
emblemáticos creadores? ¿Por qué la Diputación de Bizkaia y el Gobierno
Vasco tienen que dar un cheque en blanco para otros 10 o 20 años más a
la Fundación Salomón Guggenheim y que su sede de Bilbao siga
conformándose con ser exclusivamente un espacio espectacular, potente
generador de riqueza económica? ¿A qué públicos va dirigido y a qué
demanda ciudadana no satisfecha hasta el momento responde dotar a
Vitoria-Gasteiz de un Palacio de la Música sin que los imperativos
artístico-culturales hayan sido públicamente expuestos para motivar tan
discutible decisión?
Un contraejemplo innovador lo podríamos tener en el Museo
Zuloaga, que se ha mantenido y gestionado con recursos exclusivamente
propios durante 21 años y se prepara para una nueva andadura en la que
primará una estrategia centrada en «actividades culturales y artísticas
de amplio espectro, actualizando y proyectando su vida y obra a nuevas
generaciones». Nuevamente sin apoyarse en recurso público alguno. ¿Es
este ejemplo el modelo a seguir?
Todas estas interrogaciones se pierden al calor del manto
de 'notoriedad' en el que se arropan unos cuantos megaproyectos que
sacralizan el Arte y la Cultura para hacer más aceptable el vaciado de
contenidos que sufren el resto de las políticas culturales de base, esas
acciones indispensables que movilizan al voluntariado, la educación,
exentas de glamour, claro está. Sobre esto nadie reflexiona, nadie
evalúa, nadie planifica, nadie esta dispuesto a rendir cuentas, aunque
todo parece funcionar, ya que tampoco nadie se queja y nada se desborda.
¿Qué explicación tiene que sobre la gestión pública de la cultura las
referencias de entendimiento aceptables se articulen con tan escasos
conocimientos contrastables?
En las sociedades modernas occidentales, siempre se ha
confundido la acción cultural -en tanto actividad que pretende favorecer
el acceso del mayor número de ciudadanos a todos a los bienes
culturales (lógica democrática)- con la que emplea la acción cultural
como señuelo para atraer turistas y llenar hoteles (impacto económico).
En Euskadi, con más espontaneidad (o urgencia), se optó por combinar con
estas dos lógicas una tercera opción que elevó la cultura a rango de
bandera al servicio de una reivindicación (mística de la cohesión
grupal).
En esas condiciones, nadie se extrañará de que los
discursos se diriman en un terreno donde de inmediato aparece esa
superposición tridimensional de los problemas a abordar, descolocando
los registros del diálogo deseable y condicionando así los
comportamientos de las distintas instituciones públicas y agentes
privados implicados. La pugna por el control de la cultura nunca está en
tregua, siendo su apropiación simbólica y la confrontación por su
hegemonía la principal seña de identidad en los debates culturales a los
que se nos convoca.
En Euskadi, mientras seguimos desplegando a ritmo
sostenido toda suerte de exigencias sistémicas 'transcendentales', hoy
ya sólo sobrevive un opaco 'sistema' de apoyo público a la economía de
la vida artística, que, además, ha conseguido contrariar en un tiempo
récord a un número nunca alcanzado hasta entonces de agentes culturales.
O dicho de otro modo: la política cultural como acción pública
específica guiada por un raciocinio gestor visible puede darse ya por
desaparecida.
El mono que devora al poder por la cultura de la
ostentosidad del Arte la aliviaremos este año 2012 de la crisis tirando
de efemérides para celebrar la Cultura con las artes y florituras
conmemorativas que mejor esculpan (y exculpen) las lamentables
limitaciones que, a veces, demuestran las élites que nos gobiernan.
Bienvenido sea tu comentario que seguro que interesara hasta a los que no la comparten. Gracias