LA RESISTENCIA DEL PENSAMIENTO

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LA RESISTENCIA DEL PENSAMIENTO
(Con André Gluksmann, desde París, en el pensamiento.)
Articulo de Opinion ( Grupo Vocento)
Isabelle Rome, Magistrada de la Corte de Apelación de Versailles (Paris) y
José Luis Gómez Llanos, Sociólogo
Escasos semanas después de lo insoportable, en medio del sentido recogimiento, en el corazón mismo de la compasión por el alma de las víctimas... ¿Cómo es posible, siquiera intentar entenderlo? Hoy las preguntas se amontonan y el riesgo de ser malintencionadamente interpretados nos impide establecer relación de causa a efecto - por otra parte siempre más o menos azarosa - ante lo que ocurrió esa noche en Paris con acontecimientos internacionales... que todo el mundo tiene en la memoria.
Unir esto con aquello, lo de aquí con lo de allí, ya no sale gratis; incluso cuando se actúa de buena fe, con buena voluntad. Los terroristas nos quieren cortar la palabra, nos quieren impedir pensar, escribir, difundir, testimoniar.
En estas circunstancias ¿Sobre qué debemos seguir pensando, cuáles son los ejes de reflexión, los más perspicaces, los más pertinentes, los más eficaces, envueltos en las imágenes del crimen más abyecto? Un terrorismo de nuevo cuño se abre camino, apocalíptico, que quiere exterminar la fraternidad.
A André Gluksmann, ese hombre que tantas veces recordaba que los necios siempre andan en el ajo, llevaba enterrado tres días y ya se le echó de menos. Los parisinos esperaban sus análisis que ya no llegarán, su reflexión, sus dudas, su enfado legendario, esos llantos incrustados en las sílabas que como nadie gustaba hacerlas para decirnos cosas de peso, ideas que contaban. Hasta podríamos llegar a pensar que los terroristas sabían, con su acerada maldad, que esta vez se librarían del lamento de este anti-tolerante. En su ensayo Rabieta infantil nos decía: "La cuestión del mal ha sido desde siempre la cuestión fundamental del pensamiento."
¿Cómo extirpamos esas raíces del odio, en seres desprovistos de la más mínima gota de esperanza? ¿Cómo entender este mensaje radical total, global, identificar las causas con el fin de luchar contra él, detenerlo? ¿Cuáles son los resortes psicológicos y sociales? ¿De qué trastornos subjetivos y colectivos están afectados los sujetos que adhieren a ideologías tan violentas?
Sobre lo que ocurrió en Paris, ese apacible viernes por la noche del pasado 13 de noviembre, ¿por dónde empezamos a abordarlo, cuando nos han intentado callar, con garantías de ser oídos, de tener credibilidad y de llegar a nuestros semejantes? Una humildad culpable preside todo relato honesto sobre la tragedia de Paris, una suerte de malestar corrosivo nos impide apuntar razonamientos intelectualmente sostenibles sobre los culpables, más allá de constatar quiénes eran los mercenarios que portaban las kalashnikovs y quiénes les encomendaron semejante carnicería.
Max Weber ya nos dio una pista y nadie le hizo caso, cuando vaticinaba que el mundo moderno estaba condenado a “una lucha implacable de valores”. Nos incitó a la reflexión, también a todas luces en vano, sobre la universalidad formal que domina el mundo moderno que plantea inexorablemente la cuestión de la “guerra de los dioses”, de una manera angustiante hoy declarada, jamás vista hasta el momento en la historia de la Humanidad
¿A qué otra cosa parece que estamos asistiendo desde hace unas décadas?
¿No se que nos quiere hacer escoger a punta de bayoneta, entre valores, entre sistemas de creencias que se rechazan los unos a los otros? Llevamos fingiendo que todo discurre con relativa normalidad hasta que alguien, iluminado sin remedio, se reclama de una revelación divina y decreta, por las armas y desde la más intensa de las crueldades, el exterminio de todas ellas menos, claro está, aquélla des la cual se legitima sus escarnios. ¿A qué cosa distinta estamos asistiendo en Occidente desde la era de las Luces. ¿Al fin algún día tomaremos en serio el problema religioso?
En memoria de André Gluksmann, enemigo mortal declarado del fanatismo, en homenaje a su incansable compromiso, hoy nos corresponde honrar el pensamiento. El pensamiento que reacciona y se resiste, con lo que trae de crítica, de autocrítica, propuestas y esperanzas en los valores que debemos mostrar, elevar como estandartes, más que nunca en estos tiempos de horror y de amenaza endémica. El mundo entero mira a Francia, ejemplo por muchas razones para muchísimos países en todos los rincones del planeta, país del que tanto sus éxitos como sus errores tienen inmensos ecos, y provocan un debate universal. ¿Sabrá este gran país mantener los lazos de fraternidad en el seno de su sociedad?
En Paris devoraron a sus víctimas disparando con el automatismo sagaz, a fin de no matar “a nadie encarnado” y así, de esa manera, a ciegas, no ver “ningún rostro". De ese modo a las víctimas se les priva de rostro. Se les priva de su humanidad. El tiroteo indiscriminado o una explosión de una bomba impiden descubrir el rostro del otro que, de lo contrario, si se descubriese ante su verdugo, podría insinuarle: "No matarás", como muy bien lo formuló Emmanuel Levinas.
Pero la intención de estos sanguinarios es alistar, subrepticiamente, a los jóvenes de origen musulmán de nuestras ciudades en su locura, sin darse cuenta que tamaño atrevimiento sólo puede ser obra de resabiados de ligereza e incoherencia. Así lo debemos trasladar a los degolladores, abriendo brecha en el alcázar de sus mentiras para echarles de los altozanos de sus imposturas, con sus maldades de ensueño, con su odio ingénito envuelto en una pasión sacrílega.
Nos harán sufrir aún, mientras ponemos los cinco sentidos en no equivocarnos, pero no pasarán.

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