La primavera francesa

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Martes, 01 de mayo de 2007


Tribuna Abierta


La primavera francesa


por josé luis gómez llanos


la primera vuelta de las presidenciales de 2007 ha traído aires de primavera prometedora al país. La histórica participación en las urnas sorprende por parte de unos electores a los que a menudo se atribuyen comportamientos desencantados, rebeldes o pasivos según las circunstancias. Los extremos se han amochado hasta tal punto que no es exagerado adelantar la desaparición a corto plazo del partido comunista francés. En otro extremo, la ultraderecha xenófoba se asienta en un 10%, que en el pasado nunca habría rebasado sin la complicidad de los partidos mayoritarios interesados en aprovecharse de los réditos que generan un Le Pen al alza. Sarkozy ha vampirizado a los electores ultraderechistas y Ségoléne Royal ha alejado el temor de la eliminación del candidato socialista, como en 2002, mientras que el centrista Bayrou ha dejado a ambos cavilando, convirtiéndose en hombre central para un ménage à trois de una segunda vuelta presidencial sorprendente.
Se decía que los franceses estaban hartos de la política; sin embargo estas elecciones parecen haberles apasionado. Muchos analistas esperaban que esta primera vuelta marcase el final del largo invierno político de la sociedad francesa. Pero la bipolarización izquierda/derecha sigue estructurando el funcionamiento del sistema político francés, aunque esa confrontación ya no se manifiesta de la misma manera. La vieja rivalidad izquierda/derecha está de vuelta, como si de una marca genética se tratara. Este movimiento sorprende porque el país ha vivido durante 15 años una vida política saltándose a la torera una frontera ideológica cada vez más frágil y porosa. Primero con las cohabitaciones, luego merced a las alternancias repletas de ambigüedad, seguido del hundimiento de la grandes relatos ideológicos del siglo XX encarnados por la caída del muro de Berlín, el crecimiento del individualismo, el desprestigio de las élites y la impotencia reformadora de los gobiernos. Todo había contribuido a borrar las pistas, a confundir las líneas de demarcación.
Nicolas Sarkozy, Ségolène Royal y François Bayrou tienen en común ser líderes de la descomposición de sus respectivos campos ideológicos. Cada uno de ellos encarna las contradicciones, algunas de ellas difíciles de resolver, de sus respectivas familias, lo que produce una relativa confusión y dificultad para numerosos franceses a la hora de situarles en el panorama político. Sarkozy ha elaborado una mixtura entre el gaullismo patriótico y un neoliberalismo agresivo. Ségolène Royal es un cóctel de un Blair materno y el mittterandismo más compasional. En cuanto a Bayrou, parece estar librando en campo abierto la última batalla de un progresismo de corte católico, lo cual, por su originalidad y sorpresa, le convierte en un fenómeno a tener muy en cuenta. Por consiguiente, los resultados de esta primera vuelta están acompañados de frustración contenida, ya que estas elecciones se celebran bajo el signo de la descomposición; luego, cabría esperar una recomposición sobre las ruinas de las presidencias de Mitterand y de Chirac.
Una regla no escrita acerca de la práctica en las elecciones presidenciales francesas reza que en la primera vuelta los electores escogen y en la segunda eliminan, pero esta vez en la primera ronda los franceses han eliminado para poder escoger en la segunda. Y prueba de ello es que la única elección neta realizada esta vez ha sido la efectuada por los 7 millones del centro que han optado por Bayrou, con opciones de jugar el papel de árbitro en la dinámica de alianzas de gobierno en los próximos años. Esa habrá sido la gran paradoja de la eliminación de François Bayrou, cuyo nuevo partido se halla en posición favorable para recoger en las próximas legislativas su magnifico resultado presidencial. El problema reside ahora en qué hacer con esos electores para la segunda vuelta.
En el sistema institucional francés, las elecciones legislativas siguen obligatoriamente a las presidenciales, por lo que la batalla por el sillón del palacio del Elíseo es la madre de las batallas y, aritméticamente hablando, las cartas están echadas a favor de Sarkozy, que será, salvo sorpresa, el próximo presidente de la República Francesa. No obstante, políticamente el tema sigue abierto. Los electores de centro aparecen como los árbitros de esta segunda contienda, aunque para su futuro político Bayrou no pueda hacer pública su preferencia entre Sarkozy y Royal. Desde un punto de vista estratégico, la victoria de la segunda le beneficiaría más, pero la dificultad reside en que ese 18% de votos, por la diversidad de su procedencia, no está compuesto por electores cautivos. Así pues, el love story entre centristas y socialistas queda pospuesto para otra ocasión.
Todo el mundo coincide en poner la alta participación como el hecho más destacable en la primera vuelta, recalcando que este dato significaría un paréntesis en la crisis de lo político. Ni una alta abstención significa automáticamente la desconfianza hacia el sistema, como tampoco la alta participación de esta primera vuelta significa lo contrario, sino más bien un deseo de superar la crispación. La crispación política en Francia observada estas dos últimas décadas parece ser la consecuencia directa de la ausencia de respuestas claras por parte, tanto de la derecha como de la izquierda, a la mundializacion como fenómeno que condiciona la identidad nacional y la credibilidad de su Estado. Éste, aunque ya no goza de la autoridad de antaño, continúa ocupando un lugar esencial y los franceses esperan mucho de él. La gente se empeña en exigirle certezas rápidas, claras, indiscutibles, ese prêt-à-porter ideológico que tranquiliza y da buena conciencia, a pesar de que el estado-providencia tiene los días contados. También ocurre lo mismo con de la función presidencial que impone el dominio del espacio político por un único partido, reduciendo las posibilidades de alternancia en el poder exclusivamente a dos partidos mayoritarios. Este perverso modelo también ha sido rechazado, aunque la figura del presidente sigue siendo importante en el imaginario político de los franceses.
* Abogado y sociólogo

FORMACIÓN ACADÉMICA: - Diplomado en Economía Política. Universidad de Vincennes 1975 - Licenciado en Derecho por la Universidad de París VIII y Madrid. 1981. - Maitrise Ciencias Políticas (París).1983. - Cursos monográficos del Doctorado. (S. Sebastián). 1982. - Suficiencia de Investigación Diploma de la UPV 2002 .Programa de doctorado realizado: “ Procesos de cambio en la sociedad actual.” MIEMBRO DE LA SOCIETE FRANCAISE DE L’EVALUATION. PRESIDENTE DE LA SOCIEDAD VASCA DE LA EVALUACION DE LAS POLITICAS PUBLICAS Español / Francés: Bilingüe

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