MODERNIZAR LA ADMINISTRACION VASCA CON LA EVALUACION ( 25 Mayo 2009)

Es norma de que cada nuevo gobierno generar de inmediato noticia al crear carteras de gestión nuevas o porque por el contrario las reduce, porque contrata más asesores que el anterior o porque hace justo hace lo contrario. Desde luego el que se lleva la palma mediática es el que anuncia la reducción de sus efectivos presentando esas economías como la prueba irrefutable de que su ejecutivo hace la guerra al derroche y a lo superfluo, acuñando de ese modo su seña de identidad. La verdad es que lo hacen tan a menudo sin que se note el adelgazamiento administrativo anunciado que cabe preguntarse si sirve para algo, puesto que las economías que generan esas medidas no llegan ni a la milésima parte de los presupuestos. Sin embargo el debate sobre la administración y su futuro es indispensable a pesar de que lo que a menudo tenemos son disputas públicas de este calibre o sobre la legitimidad de las autonomías y su financiación , riñas estas cargadas de lugares comunes y donde la coherencia y seriedad de los análisis brillan por su ausencia. Entre nosotros, más allá de los reproches seculares sobre transferencias estatutarias y la adecuación de los perfiles lingüísticos de los funcionarios la presencia de la administración en el debate público es pobre y sesgada. Visto así el panorama puede presentarse desolador ya que hablar de transferencias, de lengua vasca cuando pensamos el futuro de nuestra administración es el árbol que esconde el bosque.
Hoy, hay necesidad de llevar a cabo una reflexión más completa y en profundidad sobre nuestas administraciones .Numerosos países de nuestro entorno comunitario lo están haciendo con un relativo éxito, cosa dígase de paso, en tiempos de crisis no viene nada mal. De lo que se trata sobre todo es de hacer las buenas preguntas, las respuestas llegaran después.
Porque no cogemos cada programa, cada acción de gobierno, cada política publica y la sometemos a una serie de preguntas sencillas como estas de un modo ordenado:
¿Que hacemos? ¿Cuales son las necesidades y expectativas colectivas? y ¿Se tiene que seguir así? Preguntarse estas cosas es importante no vaya a ser que los objetivos no estén muy claros y que los beneficiarios hayan cambiado desde que se implemento la medida evaluada., debiéndose adaptar las herramientas para llevarlas acabo.
Una vez que hemos contestado satisfactoriamente a estas preguntas vienen otras, bastante mas comprometidas que las anteriores.
¿Quien debe hacerlo? ¿Quien debe pagarlo? Y ¿como hacerlo mejor y mas barato? Se trata de comprobar, por si acaso, si esa medida no puede ser realizada mas eficazmente por otros actores públicos o privados y de otro modo. Así como de averiguar si se ha explorado suficientemente la posibilidad de hacerla cofinanciar por nuevos partenaires, y sí existen evoluciones internas o externas que permitirían optimizar los medios empleados para esta política o programa respetando evidentemente sus objetivos, y mejorando las condiciones de trabajo de los funcionarios.
Tanto cuestionamiento, me dirá el lector, y ¿Todo ello para que? Pues bien estas preguntas previas son necesarias para contestar a la pregunta mas transcendental que debe preceder los cambios deseados ¿Que escenarios de cambio tenemos? ¿Que evoluciones podemos inducir en la política publica para hacerla mas eficaz y menos cara? ¿Como hacemos para introducir los cambios de un modo eficiente?
Del mismo modo que existe un modo racional y coherente de hacer las cosas, la reflexión que debe preceder toda acción también tiene que seguir un orden coherente y racional .Las preguntas deben de desgranarse de un modo inteligible que permitan dar las mejores respuestas posibles.
Se oyen voces que, con cierta dosis de amargura y desconcierto, se preguntan como, en tiempos de crisis la pérdida de empleos en el ámbito privado no trae consigo reducciones de gasto y/o de empleos también en el ámbito público. En suma esta en el aire un interrogante propio en tiempos de vacas flacas.¿que esfuerzo puede esperarse de la administración en la presente coyuntura? La respuesta a esta pregunta no ofrece la menor duda: La administración tiene que cuestionarse para avanzar, para modernizarse, para mejorar sus acciones, para hacer más eficaz su labor, para utilizar los medios de los que dispone con más eficiencia. Para evaluarse en suma. Si no lo hace ese status de funcionario en plaza, fuera del alcance de las consecuencias laborales de la crisis, por estar en puestos de trabajo “incuestionables” puede que se termine percibiendo, como un privilegio injusto e innecesario, además de convertirse en un obstáculo más para salir de la crisis lo antes posible y de la mejor manera deseable.

Esos esfuerzos de competitividad que se dice nos ayudaran a emerger de la recensión, la administración tiene que ser un modelo a seguir. La administración no puede eludir la responsabilidad que le incumbe ni los políticos, aplazar nuevamente los cambios indispensables. Es una necesidad económica y una exigencia ética en términos de solidaridad con los numerosos ciudadanos que ha visto volatilizarse su empleo y que si no se remedia, pronto tampoco tendrán subsidio para vivir como personas.



Presidente de la Sociedad Vasca de la evaluación de las políticas publicas